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el fin caritativo y magnánimo de no dejarme vivir en Buenos Aires. Usted

habrá visto tambieo, y de seguro que alguo asombro

le habrá causado, la

facilidad y el

bon vottloir

con que el Gobierno Argentino aparecia accediendo

á la reclamacioo Rodriguez.

• Por fortuna mi queja ha sido atendida.

El Gobierno Argentino se aper–

cibe que su resolucioo primera le fué arrancada por el engaño á que lo indujo

el Agente Oriental y se detiene antes de hacer efectiva

la

interoacioo.

Sin

duda el Ministro Rodríguez encontrará el medio de salvar el honor de su pa–

labra gravemente comprometida en esta emergencia.

• Entre tanto, en mi calidad de estrangero estraño á la política del país

y

ageoo, como tal, al juego político de los partidos argentinos, no puedo menos

de admirar, con motivo de lo ocurrido en esta cuestion suscitada por la lige–

reza del Agente de Montevideo, la iluslracioo y altura de la prensa argentina

que hace honor

á

la República, y de reconocer la probidad política que pre–

domina en el Gobierno, probidad que en lo que se

refiere á nuestro país.

hemos tenido antes de ahora

lo~

orientales motivos para apreciar, porque le

debemos la inauguracioo de la política que sin ser ni

blanca

ni

colorada,

y

basada en el respeto

á

la soberanía é independencia oriental, tiende

á

quebrar

una solidaridad y commistioo de partidos, que si tuvo razon de ser alguo dia,

ha producido muchas de las hondas desgracias que h an afligido al Plata.

>

A la prensa y al Gobierno debemos estar agradecidos.

>

Pero, señor Lamas, el interés p rincipal que me mueve al dirigirle esta car–

ta es el de llenar un vacío que usted notará en mi reclamacion ante el Go–

bierno Argentino; vacío que

~e

esplica porque el punto á que me refiero no

era pertinente en el cuerpo de esa reclamacioo.

»

He dicho en mi solicitud, y en prueba de la conviccioo en que estoy de

que los cargos que tengan que hacerseme aquí por el Gobierno de Montevideo

por mi conducta allá no me hacen justiciable por las leyes Argentinas, he dicho

que para mayor abundamiento podría robustecer con datos

íntimos

los que ha

aducido el señor Rodnguez para mostrarme adicto á la revolucioo oriental, da–

tos que le darían

á

conocer la

ín dole

de mi adhesioo

á

esa revolucion.

Este es el vacío que deseo llenar, y para ello me limito por ahora á

copiar

en seguida el documento que esplica lo que significaba mi nombre en la Co–

misioo revolucionaria en que se le ha visto figurar.

• A usted propagandista incansable,

envejecido ya

sosteniendo que la paz

es el remedio primordi al para las desgracias y las humillaciones de nuestro pais•

dirijo esta carta y ese papel, porque tenga interés en llamar especialmente su

ateocioo sobre ello.

»

El documento aludido dice asi:

S eñor Presidente del Consejo de Generales, Brigadier General D. Ana–

cle

to lltfedina.

>

Señor General :

• El señor Lereoa, como Secretario

ad hoc

del Consejo de Generales me ha