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CARTA DEL DR. RAMIREZ AL D11.. HERRERA
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Sr. Dr. D. Juan José de H errera .
• Mi estimado compatriota:
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A sus increpaciones en lo que me es personal como ciudadano y parti–
dario, puedo contestar con algunos recuerdos, porque no he declarado crimen
todavia abrir el libro histórico de nuestra vida nacional, ni hecho voto de
cerrar mi corazon á los recuerdos del pasado, sean ellos gratos y edificantes,
sean ellos odiosos y corruptores .
»
Su interesante carta que voy á contestar abrazando los puntos trascenden–
tales que contiene, viene amenizada con sus amargos reproches, con sus in–
vectivas á mi obcecacion de partidario, á mis aberraciones de periodista, á mis
propósitos estrechos, á mi deseo mal velado de que la guerra concluyese por
el esterminio de los blancos.
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Batlle por guia, por esperanza Suarez
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Lamartine escribiendo la vida de un personaje histórico, que no nombro
porque no debo nombrarlo ocupándome de mi personalidad humilde, dividia
esa vida en dos periodos-en la primera, su héroe, decia, había sido mas que
un héroe porque había sido mas que un hombre - un reo extraordinario y
sobrenatural-pero que en el segundo período, su hombre no había sido mas
que un héroe y su héroe no había sído mas que un hombre con todas las
pa~iones
y debilidades efe nuestra frágil naturaleza.
Usted, yo y los hombres de nuestra época y de nuestra talla, mi estimado
compatriota, no podemos tomar siquiera los conceptos con que Lamartine
calificaba á su personaje histórico en el segundo período de su vida, allí don·
de se mostraba con la talla de los héroes, pero con la naturaleza íntima de
la criatura humana.
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Apenas si podemos decir que hemos sido hombres y hombres con todas
las debilidades
y
con todas las pasiones de la época, en que hemos vivido;
con todas las pasiones y todas las debilidades inherentes á nuestra -personali–
dad de hombres, y de hombres mediocres, agitándonos en una atmósfera sufi–
ciente de inveterados ódios, de innobles pasiones y de espantosa corrupcion.
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Pero si eso es verdad, tambien pretendo que he sido de los que menos
concesiones he hecho á las pasiones exigentes, á los ódios implacables, á la
corrupcion de las ideas. V d. á lo menos, Dr. Herrera, ni los hombres de
de su comunidad política pueden formular y sostener esas acusaciones.
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Dícenlo asi algunos sencillos recuerdos que me permito traer á su me –
moria.
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En 1863 el General D. Venancio Flores (á quien no haga yo la injuria
de comparar con Aparicio como no se la hará usted tampoco) jugaba en la
República el mismo rol que este caudillo.
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Invocaba como Aparicio la ilegitimidad del Gobierno de D. Bernardo Ber-