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pacificacion de la República, sobre la base de la co-participacion de ambos
partidos en un Gobierno provisorio, única solucion que encuentra Vd. hoy
equitativa y posible, práctica y patríótica.
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¿Cuando estuvo el Gobierno del Sr. Berro que Vd.
form~ba
parte, dis–
puesto á otra cosa que amnistiar á los rebeldes y reconocerles sus grados?
Y cuidado que si hoy la guerra ha tomado verdadero carácter de guerra
civil y amenaza no tener por las armas mas solucion que el esterminio, tam–
bien entonces babia revestido la guerra ese carácter, y la intervencion estran–
gera, era otra emergencia que debemos tomar siempre en séria consideracion,
se presentaba inminente, cuando hoy apenas se presenta posible.
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Y si entonces el Sr. Berro y Vd. y los hombres que le acompañaban
hubiesen pensado como piensa Vd. hoy, no habríamos tenido ni intervencion
estrangera, ni dictaduras, ni revueltas de tan bastardo carácter como las que
se han sucedido de entonces á la fecha.
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Pero los hombres de aquel gobierno eran hombres con las pasiones y las
debilidades y las ambiciones y los ódios de nuestros hombres de hoy, y pre–
firieron hundirse hundiendo al Pais, á acepta r una solucion que satisfaciera to–
dos las aspiraciones legítimas, devolviendo al pueblo el ejercicio de su sobe–
rania y su imperio á las instituciones y á las leyes.
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Perdóneme estas reminiscencias en que sufre sin dudá su personalidad po–
lítica; pero su personalidad y la mía
y
la de todos los hombres públicos, no
pueden ser un obstáculo para que discutamos con absoluta libertad cuestiones
en que se interesa el presente y el porvenir de la patria.
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Esto no quiere decir, sin embargo, mi estimado compatrióta, que yo y
muchos patriótas sinceros no hay amos pensado desde hace mucho tiempo, que
el patriotismo imponia el deber de buscar una solucion pacifica á esta guerra
desastrosa en que arde el pais desde hace un año.
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Lo que he querido con estas digresiones oportunísimas, es poner á los
hombres y á los sucesos bajo la luz de la verdad, y exortándolo á Vd. y
á
sus
amigos, á ser mas justos y mas razonables, y á deponer en áras de la patria
toda pretension exorbitante que pueda ser un obstáculo para salTar al pais tan
sériamente comprometido.
U sted me reprocha que yo no levantase la voz para acriminar al General
Batlle cuando se rehusó
á
contestar siquiera la nota de Aparicio y menos aun á
nombrar comisionados que tratasen de la paz.
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Su reproche es injusto é inmerecido.
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Con el enemigo al frente,
á
tres cuadias de nuestra línea de fortifica–
ciones, era imprudente y temerario fulminar al General Batlle y levantar
resueltamente la bandera de la paz, potque habia el peligro de trabajar solo
por nuestra derrota.
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El periodista no podia, pues, asumir el rol que Vd. me indica, pero el
ciudadano estaba dispuesto hacer oir verdades amargas al General Batlle y
á
sus amigos, si hubiese tenido la suerte de ser invitado á la reunion en que
se tomó en consideracion la nota de Aparicio.