- 257 -
doles además, como así lo hicieron, que escondieran los bueyes,
pues no seria estraño que el enemigo se los quitase. Y monta–
mos
á
caballo y salimos de allí e n seguida, huyendo horroriza_
dos de tanta de gracia y m1sena. ¡Quien sabe cual fué el fin
de aquey,as infelices!
Como en los tiempos de la revolucion del 70 el arma de fue–
go no había llegado aun "'la perfeccion que tiene hoy, nuestros
paisamos guapos tenian
á
gala el no usar sino arma blanca para
los combates.
Y sin embargo, q ue proezas se hacian ¡vive Dios!
Hemos visto paisanos adelantarse solos á los escuadrones de
caballeria que cargaban los cuadros de infantes, a rmados úni–
camente de facon y boleadoras, y echar pié á tierra al frente
de éstos
y
caer abrazados con ellos batiéndose á puñaladas.
Hemos visto combates caballerescos entre los oficiales de
las guerrillas que se desafiaban á batirse á lanza al frente de sus
escuadrones, hasta que caia uno ó los dos muertos ó mal he–
ridos.
Y por último, en los entreveros de la. caballerias, e n los en–
cuentros parciales de escuadrones, . cuánto combates á a rma
blanca hemos presenciado de uno á uno
y
de uno á varios,
unas veces á caballo
y
otras á pi é , r odeados de enemigos ansio–
sos de exterminarlos!
Entre los que descollaban e n el ejército revolucionario del
70 por no hacer uso nunca de armas de fuego, hallábase en
primera línea el Gene ral Aparicio, qu e jamá cargó otra arma
que su potente lanza, el General Muniz que entraba á las pe–
leas sin mas armas que un látigo
y
el Coronel Pampillon que no
usaba sino la lanza,el facon
y
las
boleadoras,
arma, esta última,
temible en las derrotas, pues se apresa con ellas á los ginetes
hasta á una cuadra de distancia.
Otra costumbre típica en nuestros bravos paisanos al entrar
en pelea, era la siguiente: arremangábanse la ropa de los bra–
zos,
y
aun algunos la de las piernas; atábanle la cola á sus
fletes,
y se colocaban una vincha en la cabeza formada con un pa–
ñuelo.
Con esta
toilett
y
montados primorosamente en briosos cor–
celes que tascaban el freno
y
piafaban, escarbando el suelo im–
pacientes por arremeter al en emigo, parecían aquellos paisanos
de formas hercúl eas y de rostros varoniles con sus largas melenas