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'a mayor parte de sus enamoradas, hasta vieJOS sexaj ena ri as
y
otras mas feas que un sust o, todas les hab ian pedido
mosca
en
vez de largarles
tabaco,
como decían ellos en su lenguaje ale–
górico
y
pintoresco c uando se r eunian en s us conciliáb ulos
para contarse s us aventuras y animar se á emprender otras y
otras hasta dar con la piedra filosofal; pues eso sí: nuestros
emigrados no se desanimaba n por los reveses sufridos, ni
menos perdían su buen humor.
Y
qiierer
es
poder,
como d ecía Napoleon I, y con constancia
se escala el cielo, ha n dicho los Santos Padres, y nuestros
héroes consiguier on r ealizar s us mas lisonj eras esperanzas.
Y ya las cosas apuraban de t al manera que el dueño de casa
les había pedido el des alojo judicialmente, y se lo pasaban en
una eterna vigilia, y sus traj es estaban completamente dete–
riorados.
El mas j óven de t odos fué el que llevó á cabo la g ran con–
quista.
La
bella
conquistada era una jamona ya entrada en años y
con mas libras q ue un toro de Miura (perdónesenos la compara–
cion), pero t ambien con mas plata q ue Anchorena. Era viuda
de un italiano carnicero del mer cado, é italiana ella tambien;
poseía esa voz
dulcísima
de los genoveses del bajo p ueblo,
rendía ferviente culto á
la gastronomía y sobre todo, adoraba
con un fervor casi sagrado al alegr e Dios Baco. Por ultimo,
solía sufrir de tr emendos cólicos y flatos, constituyendo estas
dos simpáticas e nfermedades el t ema de
u conversacion
fa–
vorita.
L a conquista fu é la mas fác il del
~nundo:
fuí, ví
y
vencí
decía
despues nues tro conquistador c uando contaba el suceso, dán–
dos e los mismos aires que se daría César al pronunciar esas
palabras.
Y en efectoasi s ucedió:
jité,
vió
y
v enció
en seguida. Un ami–
go le contó un episodio que le había pasado co n la tan desea–
da Dulcinea, y allí fué nuestro héroe; con la esperiencia que
hab ía c r eado en sus aventuras amorosa , no esperó que nadie
lo presentase en su casa ni quiso perder tiempo ap lanando ca–
lles; fuése derecho al bulto y él mismo se presentó; y como la
signara
era sensíble á los placeres del amor, se rindió en la
primera entrevista y lo que era mas g r ave aun, en seguida le
aflojó un billetito de aquellos de mil
p esote
de la antigua mo–
neda.