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- 264 -

. Durante toda la revolucion, tanto uno como el otro bando

desprendían partidas sueltas al cargo de valientes oficiales, ya

para esplorar al enemig o

ó

desempeñar a lguna comision,

ó

ya,

simplemente, para que merodeasen por tal

ó

cual departamen–

to de la República,

ó

por todos á Ja vez.

Infinidad de episodios, dramáticos unos y ch istosos otros, se

recuerdan todavía llevados á cabo por estas partidas.

Citaremos, entre otros, las q ue se confundían entre el ene–

migo, poniéndose divisas distintas de las que les correspondían,

las que constantemente seguian á retaguardia de las columnas

contrarias y las que s e concretaban únicamente á recorrer

grandes zonas de nuestro territorio, sorprendiendo aquí

y

acullá á los enemigos confiados que creyéndose libres de

adversarios permanecían tranquilamente e n sus casas.

Estas pequeñas fuerzas, particularmente las últimas, solo

marchaban de noche, escondiéndose de dia en las sierras

ó

en

los montes,

ó

s i algun a vez lo hacían de dia era con infinitas

precauciones . Comían en marcha, caminaban esplorando siem–

pre el terreno á grandes distancias c0n

bomberos,

jamás dor–

mían donde habían acampado y por las estancias que llegaban

daban siempre rumbos distintos de los que pensaban seguir.

Hacían, en una palabra, la verdad e ra guerra de montonera,

para lo que tan hábiles han s ido nuestros caudillos, y en q u e

necesita el que la hace ser sumamente práctico de los parajes

porque cruza á fin d e no tenerse que valer de

baqueanos,

que

no siempre son fieles, y poseer un valor sereno y á toda prueba

para no perder su sangre fria en la inmensidad de peligros que

lo rodean á cada instante.

Cuantos infelices fueron sacrificados por las partidas sueltas

tomados unos por quedarse á

ranchear

á retaguardia de los

ejércitos y sorprendidos otros, en sus propias casas, rodeados

d e su mujer y de sus hijos.

Y por lo general estas partidas por su propia conservacion

no perdonaban á nadie;pues era un peligro realmente para ellas

dejar vivos á sus e_nemigos, que podían iucontinente den un–

ciarlos á las fuerza s contrarias que recorrian tambien por todas

partes.

Como un timbre de honor para los que actuaron en el suceso,

mencionaremos el acto de gen erosidad llevado á cabo por los

oficiales de las partidas r evolucionarias, Comandantes Pedro

Barrera y Servando Safons y el Sargento Mayor José Brito