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nientemente, y al sastre y al zapatero, etc., para vestirnos como
corresponde á tres jóvenes decentes.
Y se retiraron acto continuo del trabajo sin cobrar los jor–
nales que con tantas dificultades habían ganado, y sin despe–
dirse de nadie.
Antes de quince dias ya se babia agotado todo el caudal.
Pero escriben nuevamente á sus familias para que los saquen
de apuros, y éstas les envían aunque con menos premura y
menor cantidad que la vez anterior.
Repiten los pedidos una, dos y varias veces; las remesas es–
casean cada vez mas, y cada vez son mas pequeñas las canti–
dades y mayores los consejos, hasta que aburridas del todo
sus familias dejan de enviarles dinero, exigiéndoles se ocupen
en cualquier cosa.
Aquí empiezan las aventuras de nuestros héroes.
De hotel en hotel recorren hasta los últimos bodegones de
la ciudad, no pagando á nadie porque no tenían dinero, y va–
liéndose de mil astucias y estratajemas para burlar á sus acree·
dores; concluyendo por último, por tener que
atorrar
por el
Paseo de Julio y sus alrededores, donde hallaban infinidad de
compañeros.
¡Cuantos dias se lo pasaban sin probar ni un bocado
y
dur–
miendo de noche en las lanchas de la ribera!
Pero esta vida les agradaba menos aun que la del trabajo en
la Barraca, siquiera allá comian y podían dormir debajo de te–
cho: luego sus trajes se deterioraban y concluirían por no poder
ni presentarse delante de las gentes. Rabia que terminar, pues,
con esa vida, proyectar algo, en fin pero que no fuera trabajar,
pues en esto ni se pensaba, para salir de aquella situacion, que
era materialmense irresistible.
Y el espediente que se les ocurrió fué el siguiente: Alquilar
una p_ieza en cualquier parte (advertimos que entonces los ca–
seros no eran tan exigentes como lo son aho"ra), y dedicarse al
amor de las casadas, viudas
ó
doncellas, jovenes
ó
viejas, feas ó
bonitas, con tal que, pues esto era lo principal, tuvierangrullos,
y sobre todo que los aflojasen.
¡Cuantas conquistas hicieron nuestros jóvenes amigos, cuan
tos requiebros echaron y cuantos paseos y plantones tuvieron
que soportar!
Pero la mujer de sus esperanzas, la
bella
de sus sueños é ilu
siones, nunca aparecía. Chascos solemnes se habian pegado