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mayor de todas, la que se efectuó despues de la derrota de Ma–

nantiales.

Unos emigraban para el Brasil, otros para la provincia de

Entre Rios, y la mayoria para la ciuda d de Buenos Aires.

Cuantos episodios, tristes unos y j ocosos los mas, tuvieron

lugar entre los emigrados para costearse la subsistencia, unas

veces, y otras para correr la

tuna.

En Buenos Aires p articularme nte es donde mas abundaron

los episodios.

Narraremos uno de los prime ros que se nos viene á la memoria

para dar una idea, a unque quizas algo pálida d e lo que serian

los demas, y porque para mues tra, como dice el r efr an, basta

con un boton.

El hecho pasa entre tres j óv en es distinguidos d e nu estra socie–

dad. Suprimiremos nomb r e s propios por que n o hacen al caso.

Cuando arribaron á Buenos Aires venían animados de las

ideas mas sanas d e moral y de trabqjo, pues aunque nunca ha.

bian practicado e l último por la posicion desahogada de su s

familias, lo profesaban en t eoria por la educacion que habían

recibido.

Pero una cosa dicen que son las teorías y otra es la practica,

y así fu é en efecto: empezaron á trab aj a r d e peones los tres

desde el primer día en una barraca de frutos d el pais, pues

aunque sus aptitudes fueran otras no pudieron conseguir otro

empleo por la p r emura d el tiempo, como que venían sin un cén·

timo en sus bolsillos, y porque s us pobr es y destrozados vestí.

dos no les hubie ran dado acceso á ninguna otra ocupacion que

no hubiera sido la humilde aunqu e muy noble del jornalero.

Pero á los pocos dias ya estaban cansados y ab urridos. Para

hacer mas dific il s u situacion eran un os pésimos trabajadores,

y

el capataz del establ ecimient o, hombre g r osero

y

no acostum–

brado

á

tratar sino con infe li ces peon es, los

r ep rendía bru·

talmente á cada momento, amenazándolos con echa rl o

por

inútiles.

Esto ya era el colmo de la medida, y para que no se prolongara

su posicion r ecib en un dia noticias de us re pectivas fami lias, y

mejor que noticias unos cuantos cientos de pesos, sonantes y

contantes .

Al diablo el trabajo y

las ideas de moral, dijeron nuestros

amigos; de los cuales el mayor a lcanzaría apenas á los 21 años ,

A un buen h ot e l ahora mismo, donde nos instalaremos conve-