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En resúmen: el Coronel Mayada salvó, quedando con treinta
y
tantas cicatrices de los lanzazos y puñaladas que recibiera,
y completamente manco de la mano izquierda. Y cuando el
General Medina invadió el Estado Oriental, invadió tambien
con él-y antes de t ermina r se la revolucion, valiéndose de
mil astucias y arrostrando toda clase de peligros, consiguió ir
tomando , uno por un o, á todos sus heridores, y hombre á hom–
bre, en lucha lea l, con iguió v engarse á su satisfaccion, no
dejando uno solo vivo de sus enemigos.
Y lo que es el destino-
si es que existe. P a r ece que estaba
escrito que el Coronel Mayada habia de morir asesinado por
sus enemigos políticos, y así fué: todavia se r ecuerda con hor.
ror su trágica muerte en el cuartel del 5° de Cazadores. Su
cadáver hasta hoy no se le ha podido e ncontrar, como si hu–
biera desaparecido del haz de la tierra.
De los muchos horrores que sucedi eron durante la revolu–
cion que venimos narrando, como consecuencia de la guerra
civil, mencionar emos uno de que fuimo s espectadores .
El ejército .d el General Suarez perseguía al r evolu cionario
por las intrincadas Sierras de los Infi ernillos.
Seria el tercero ó cuarto dia que habia penetrado en las
sierras.
El General Aparicio, con la id ea de quitarle al enemigo todo
elemer,to de movilidad, y por que tambien lo necesitaba, envió
algunas partidas á vangua rd ia del ejército para r ecojer todas
las caballadas y boyadas que encontrasen á su paso. En una de
esas partidas, ib a el aut or de estas líneas.
, Despues de haber caminado algunas leguas y haber encon–
trado infinidad de caballos y bueyes, se alcanza á distinguir
una carreta situada próxima á la costa de un arroyo. Se corta–
ron algunos de la columna dirijiéndose allí, con la
sana
inten–
cion de tomar los bueyes que se veían atados con coyundas
en el pértigo y las ruedas del carro.
Al llegar allí con lo primero que se trop ezó fué con tres ó
cuatro de esos perros bravos que tanto ab undan en nuestra
campaña. Al ap roximarnos á la carreta, en vez de carr ero,
hombre, que pensábamos encontr ar, nos hallamos con tod a una
familia errante, compuesta de dos mujeres y cuatro ó cinco
criaturas en la miseria mas espantosa.