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la escena, alejóse inmedia tament e despues de haber t ermit).ado,

arra trándose como una culebra, y cuando e alejó un as cuan–

tas cuadras, se ende r ezó de golp e y <lió unos cuantos g razni–

dos,

imitando perfectamente el grito del chajá, que e ra la

señal convenida, apareciendo cási en seguida la p a rti"da em–

bo~cad a,

que se aproximó á la casa y la rodeó de manera que

n adie pudiera escapa r se de ella.

Luego se oyeron en el sil en cio de la noche unos golpes

dados r éciamente e n la puerta p rin cipal del rancho, y nu evos

golpes otra vez se si nti eron sin q ue nadie diera señales de

habe r oido aq u el llamado imper a tivo .

-

¡Ahran la puerta á la autoridad!

Se oyó que decia una

voz de mando, al parecer la del Comisari o; n o teniendo otra

contestacion que el éco d e ell a misma, que se fué estinguiendo

gradualmente hasta apagarse d el todo.

- Q u e le prenda fuego al rancho, dijo otra voz, que no era

o tra que la del

tape.

-Que le prendan, respondió la voz del Comisario, como con–

t estándose á una id ea que él° mismo estuvi era por emitir.

Y se le prendió fuego sin mas trámites, aparaciendo e nsegui–

da en la oscuridad de la noch e un a luz débil primero, despues

otra y otr a hasta convertirse en un a llama inmensa, r ojiza unas

veces y opaca otras, segun el humo se di sipara ó la ahogara,

serp enteando á todos lados al imp ul so del viento y amenazando

concluir en un inst a nte con los combustibl es que le d aban vida.

Y así er a en efeeto; el rancho ardia vorazmente; se oia de lejos

el ch isporroteo de la paja seca que le servia de techo; s.e sentia

el crugimiento de los tir antes y alfagias al ser destruidas, las pa–

redes de adobe tambaleaban un as y caian al s u el0, haciéndose

pedazos, r esistiendo otras la accion del destructor elemento

y

quedando firmes en su puesto. Al fin t od o t e rminó: las llama–

radas fueron es tinguiéndose poco á poco h asta concluir con

una que otr a lengua de fuego que aparecia de cuando en cuan–

do rápida, imita ndo á la llama de la vela que s e está apagan–

d o, hasta no v er se últimamente mas vestigio de aqu el incen–

dio devorado r, que los escombros

y

la d esolacion con siguiente.

¿Qué había pasado intertauto? Q uemáronse los habitantes de

la poblacion incendiada? ¿Se salvaron milagrosam ente?

Veámos lo que sucedió.

El oficial y su amigo, en seguida que v ieron que sus enemi–

gos no se paraban en medios, que comprendieron por la accion