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-Que dices de autoridad,
trompeta?-contéstale
aquel ya
fuera de sí.-Ahora te voy á enseñar como se me trata.... Pues,
no faltaba mas que un bla nco sarnoso viniera á faltarme ·a l res–
peto.-A ver, continuó dirigiéndose á los policianos que se le
habian aproximado al oirlo disputar de aquella manera, á ver,
prendan enseguida á este ladron, hij o de la gran..... .
Como fieras cayeron los polizontes sobre el oficial, sable
en mano unos y con carabinas y pistolas los otros. Pero
el hombre no era de aquellos que se intimidan facilmente
ni de los que se rinden á la primera acometida. Sin moverse
siquiera de donde estaba parado y con una serenidad asombro–
sa, esperó riéndose el ataque d e sus enemigos y con la rapidez
del rayo, cuando los tuvo encima d e él, sacó d el cinto una her–
mosa pistola á la Fouché de dos tiros y los disparó sobre el
grupo de los atacantes, matando á uno instantáneamente é hi–
riendo otro d e bastante g r avedad.
Descargáronle los policianos varias armas d e fuego, sin lograr
h erirlo; y al acometerlos nuevamente el oficial con una tremen–
da daga de mas de dos cu artas de largo, arremolináronse y
hubieran concluido por disparar si el Comis ario, con la espada
en la mano, no los hubiese contenido á fu e rza de palos y de
gritos.
Pero ya el oficial, aunque por un momento habia dominado
la situacion, comprendiendo que no podia prolongar mucho
aquella lucha desigual, trató de aprovechar se para huir, que
era lo que verdaderamente le conv enía, pues muchos de los
concurrentes que pertenecían a l partido Colorado, se apresta –
ban para tomar parte á favor de la policía. Inmediatamente
corr e donde estaba su caballo, monta en él d e un salto y huye
á todo galop e en direccion al monte qne solo di sta de allí
unas pocas c uadras .
El Comisario desesperado, y atrás de él los policianos y s us
amigos, m ontan tambi en en s us caballos y
sal.enen persecucion
del fugitivo; pero éste l es h a t omado distancia, y aunque le
hacen varios disparos y algunos tiros de
bola,
llega al monte
sin que le suceda nada y se interna en él desapareciendo de
sus pers eguidores.
-Se ha escapado! vociferó el Comisario, soltando una inter-
jeccion que la decencia no n os permite reproducir.
Y dándose v u elta á los suyos:- ¡Miserables! cobardes! uste–
des solamente tienen la c ulpa que se haya mandado mudar.