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Era necesario s e r muy

terne,

muy

quebrallon

para a sistir á

algunas carr e ra ó á la p ulp e ria c ua ndo h abia a lg unas jugadas

d el

tnico

ó á la

taba,

tan d el

agr a d o de nues tros paisanos ·

Sin embarg o, no faltaba n quien es acudie ran y entr e los t a ntos

casos qu e p odíamo s c ita r, men c ion a r emos u no acaecido en el

departame nto del Durazno , de q ue fué victima un ofic ial d e l

partido ca ído, á consecu encia de haber asistido á una r eunion;

suprimiendo s u n omb r e po r las circunst a ncias q ue r evis te el

hecho infame que s ucedió .

Habian t e rminado u nas g r a ndes carr e r as q ue

d esd e hac ia

meses se venía n a nunciando e n la seccio n d e la Carp interia , y

álas cua les h abia asi t ido n umer o rísima con c urr encia, n ot á ndo–

se, sin emba rgo, m uy pocos ó casi ning un n acionali ta d e los

conocidos en e l

j>ago ;

p e ro e ntr e los q u e , llamando la atenc ion,

se hallaba desgrac ia dament e el oficial á que h emos hecho r efe–

rencia.

Como d e c os tumb r e , d espu e de las carr er as se a rmaron va–

rias jugadas a l n a ipe y á la

taba,

en las car retas y carre tones

que habian

enido á ofrecer sus artículos á los concurr e nt es, y

en la pulpería inme diata, c uyo dueño, un itali ano muy n ego–

ciante, babia sido e l inic ia do r de la fies t a .

Nuestro oficial, pues asi lo llamaremos, h ab ía es ta d o d e uer–

te en todas las c arr e r as que se la rgaron al camino, ganando

mas de mil p a t acones , n o obstante infinida d d e trampas que le

hici e ron en much a s par a das , q ue se las d ej ó h acer disimu–

lando s u cólera p or n o compromet erse a nte la a uto rid a d d e la

seccion que d esd e su llegad a lo v e nia acecha nd o, como si s e

tratas e d e un c rimi nal ó si fuera a lg un fe nóm eno es tra ord ina rio.

Una v e z concluidas las carreras , se apr oximó e l oficia l á la

pulp e r ia y t omó p a rte i nme dia ta me n te e n un a jugad a de t aba

que se había imp rovisado a l fr e n te d el p a len q ue . P id iendo ti–

rar e l

l'Luesito

d espues d e haber ganado d e afu e r a una infini_

dad d e apuestas , siguió jugando con la misma s ue rte , hast a que

el Comis ario, que tamb ie n sig uié ndolo babia t omado p a rte en la

. jugada

y

p e rdido v a rias v eces, t om ó la taba en un m om en–

to de r abia y le dijo

á

s u

contrario:-blanco

babias d e ser, cana–

lla,

par~

que j µga ras con t aba

cargada;

p or eso, p ues, est ás

echando

su ertes

seguid as.

- Blanc o soy , s i seño r,-dij óle el oficia l- no -ni ego mi opm10n;

pero ni soy canalla y m enos trampos o, como Vd . se a tr e ve á d e–

cirlo, señor Comisario, nada mas que p orque e s autoridad.