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Cada departamento, cada seccion de campaña, guarda en
su seno las viejas tradiciones cuyo r ecue rdo trasmite á los jó–
vene , y á la ombra de la fr esca enramada ó en torno del
fo–
gon, la poesía campestre, de formas irregulares, pero de nobles
tendencias, se encarga de enseñar á los que empiezan su vida
el amor á la libertad, la lealtad al ideal que sostuvieron sus ma–
yores y la resistencia á todo lo que lleve el sello oprobioso de
la tirania y la opresion.
Ya es el heroismo del g uerrero, ya la muerte de los hermanos
Valiente prefiriendo p erder como bravos la existencia, antes que
dar cobardemente la espalda al enemigo, ya el sitio y toma de
la invicta Paysandú, los elevados temas que inspiran al cantor
campesino y que escuchan palpitantes de emocion los hijos de
nuestros campos, manteniéndose de esa manera en la impre–
sionable imaginacion popular con el r ecuerdo de los hechos y
de los hombres, la fibra varonil que llevó á s us mayores á la
consumacion de los actos cuya relacion asi se va trasmiti endo,
de generacion en generacion.
Llegará sin duda un dia en que se recojan para salvarlas de1
olvido las tradiciones pasadas que, diseminadas aquí y allá, por
toda la estension de la campaña han de enriquecer con bellos
relatos, llenos de colorido local, las pág inas en blanco todavía
de la literatura nacional.
Muchos cambios, algunos radicales, han trasformado el com–
ponente anterior de nuestra colectividad campesina. Ante la
accion del ti empo,- (( el gaucho, que era una hermosa forma de
»
nuestra civilizacion primitiva, desaparece ya bajo las nuevas
»
formas de una civilizacion mas avanzada.» (1)
Pero, her edando sus afecciones políticas como sus mas sa–
lientes condiciones, el paisano de nuestros tiempos mantiene
como el tipo originario de que procede, cualidades valiosas
que sabe demostrar en todas circunstancias y que dan realce
y contornos vigorosos á su personalidad.
Seria de desear que el largo y doloroso período de las g ue–
rras civiles se hubiera cerrado
pa~a
siempre y que la instruc–
cion pública esparciendo sus beneficios en nuestro suelo pri–
vil egiado, permitiera aplicar las facultades intelectuales de
nuestros paisanos, sazonadas por el estudio, al desenvolvimiento
de las fuerzas vitales del país y á su gradual engrandecimiento.
(1) Cárlos M. Ramit ez.
Artigas,
pág.
t20.