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La fuerza gubernista, mandada por el Coronel Gil Aguirre,

jefe valiente y aguerrido, se preparó á su vez y salió á reci–

birlos, cargándolos tambien al galope. El choque no se hizo es–

perar, fué terrible y en un momento cayeron allí varios muertos

y heridos de am.bas partes.

En lo mas r écio de la pelea, ambos jefes se divisan, se retan

mútuamente á batirse, los dos solos, y aceptado el duelo mandan

rehacer sus escuadr ones, los forman á distancia de varias cua–

dras y quedan en el centro los valientes jefes que iban á r ealizar

aquella justa de la edad media.

Los dos combatientes son igualmente prestigiosos, ambos son

bravos, jóvenes y bizarros, consumados ginetes y diestros en

el manejo de la lanza, con que van á batirse.

A un mismo tiempo se acometen al galope de sus corceles,

pero uno á otro se desvían los golpes por medio de movimien–

tos rápidos que hacen hacer á sus caballos y el choque de las

lanzas

demuest.ra

que ninguno aventaja al otro en, el conocí·

miento de su manejo.

Así pasan mas de 20 minutos, t an pronto r etroceden, como

tomando espacio, vuelven á acometerse de nuevo, cada vez con

mayor brío, hasta que es herido, bastante mal herido el Coronel

Pampillon que recibe un lanzazo en el cuerpo.

Lejos de desanimarse, parece que la herida infunde mas

valor al jefe nacionalista, que redobla sus impetuosos ataques,

estrecha sin cesar á su adversario, no le dá un momento de

respiro y por último, en un último encuentro se hi eren los dos

igualmente valerosos caudillos, r ecibiendo á su vez el Corone 1

Aguirre una g rave herida en el cuello.

Entonces ambos combatientes se arrojan de sus caballos,

dejan las lanzas y echando mano á sus facones, se acometen

una vez mas, deseando poner término á aquella lucha de honor.

Pero ya fuese porque su herida molestaba mucho al Coronel

Aguirre, ó porque perdía mucha sangre ó porque no se encon–

traba dispuesto por cualquier causa

á

continuar la pelea bajo

esta nueva faz, empezó

á

batirse limitándose á defenderse y á

retroceder, hasta que encontrándose cerca del caballo que había

dejado el Coronel Pampillon, huye de pronto, monta de un salto

en él y sale á toda carrera hácia el sitio en que se encontraban

formados sus soldados.

Fué tal el furor que le dió al Coronel Pampillon la accion de

su contrario, que de una manera brusca le arrojó á elevacion

el