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nados, hallando en su patriotismo fuerza para encarar los peli_
gros y ánimo inquebrantable para soportar los desastres, e1
pendon de redencion que habia enarbolado el General Artigas
en
1811.
Desde aquellos tiempos memorables, descollaron como va–
lioso elemento de accion los hijos de nuestros campos . Durante
varios años consecutivos, sin tr egua ni reposo, se iniciaron
como una colectividad capaz de realizar las mayores hazañas y
de no r etroceder ante ning un sacrificio en defensa de sus con–
vicciones y de su autonomia local.
Por último, Artigas
<
fué
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vencido. La conquista y la traicion lo obligaron á refugiarse
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en las selvas del Paraguay, donde vivió treinta años, muerto
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ya para la historia- ¿Qué quedaba de su obral?-No os en–
) gañeis.-Quedaba el sentimiento indómito de un pueblo que
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Artigas babia agrupado, acaudillado, engreido, para vivir y
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crecer en la sucesion de los tiempos.
»
(1)
Espatriado el prestigioso caudillo, perdida toda esperanza de
triunfo, enseñoreada la conquista del territorio oriental, los
soldados de la causa vencida volvieron á sus hogar es, desde
donde continuaron manteniendo ódio profundo ála usurpacion
y la dominacion estraña, hasta que pudiera organizarse de nue–
vo la lucha contra el poder lusitano.
Rabian entrevisto la libertad, habjan hecho todo lo que era
humanamente posible para adquirirla y la idea de la indepen–
dencia del territorio oriental habia echado hondas raices en la
conciencia y en el corazon del pueblo .
Solo esperaban, pues, los paisanos, que se presentase una
oportunidad favorable para correr á las armas y renovar en una
t entativa desesperada el propósito dominante que atraia todas
las voluntades y fundia en una sola las aspiraciones de todos
los ciudadanos.
Trascurrieron así algunos años, hasta que los Treinta y Tres
desembarcaron en las playas de la Agraciada. Y empezó otra
vez, larga y sangrienta lucha, coronada por la victoria y nació
entonces en el suelo americano una nueva nacionalidad, rea–
lizándose los votos de un pueblo viril que no economizó sacri–
fi cios para realizar el ideal patriótico á cuyo servicio puso todos
sus recursos, todas las fuerz as vivas de que podia disponer.
Ahora como ántes, las masas campesinas jugaron el primer
rol en las filas revolucionarias, y renovaron las hazañas pasa-
(l)
Cárlos M. Ramirez,
A rtigas,
pág. 10.