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que se extiende benéfica hasta alcanzar al mas apartado con

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fin de la República.

Se comprende con facilidad que la influencia del medio en

que crecía desde la niñez, las tareas á que se entregaba, las sa–

nas y austeras costumbres de la época del vireinato, todo con–

tribuía á que la poblacion rural del país, varonil y esforzada, ·

formase un conjunto homogéneo, de hábitos y tendencias igua–

les, perfectamente preparado para las guerras prolongadas y

desastrosas que tuvo que sostener, actuando siempre en prime–

mera línea el elemento campesino, hasta la constitucion de la

provincia oriental en estado independiente y soberano.

Las causas que acabamos de enunciar, concurrieron sin duda

poderosamente á la generacion de un tipo especial, r epresenta

do por el gaucho primitivo, cuyos defectos se han exagerado

y cuyos méritos se han desconocido, por juicios apasionados

que se empeñaban en desfigurarlo describiéndolo bajo un as–

pecto siniestro y repulsivo 6 por la falta de conocimiento exacto

acerca de verdaderas cualidades.

Era el gaucho oriental, dotado de inteligencia clara

y

fácil

comprension, modelo de nobleza y de temerario valor. Franco

hasta el exceso no se cuidaba en lo mas mínimo de disimular

sus impresiones ni de ocultar sus simpatias, descollando como

una de sus mejores prendas, la lealtad caballeresca que lo in–

clinaba á ser firme en sus afectos, consecuente en sus amista–

des é inmutable en sus opiniones .

Prudentes y r espetuosos, no provocaban pendencias pero

tampoco esquivaban nunca el combate cuando eran provoca–

dos, demostrándose entonces bravos y serenos, incapaces de

bu~car

ventajas para luchar con el adversario, venciendo 6 triun–

fando siempre en duelo leal, generalmente á arma blanca, en

cuyo manejo sobresalian por su destreza.

En sus códigos de honor no escritos pero practicados siem–

pre, los paisanos consideraban indigno de ellos hacer uso de

otras armas quelas que llevaba s u contrari o y cualquiera que

heria á otro traidoramente, sabia de antemano que hasta sus

mismos amigos lo mirarian con desprecio, y quedaba expu esto

á sufrir las mas vergonzosas humillaciones en castigo de su co–

barde accion.

La vida del campo los hacia observadores por necesidad, del

mismo modo que consumados ginetes y excelentes nadadores y

los disponía á practicar la hospitalidad que se dá todavía en