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familiarizó con la vida de combate en que ha tenido por fuerza
que mantenerse casi hasta la época actual.
No se crea, sin embargo, que otro impulso ni otro interés que
el de contribuir al triunfo de la causa abrazada, movia á nues–
tros paisanos á llevar su concurso expontáneo y decidido siem–
pre que se apelaba á su patriotismo y á su consecuencia política.
No era, no, el deseo de adquirir riquezas, ni posicion, ni ho–
nores lo que impulsaba á los campos de batalla á nuestro ele–
mento campesino, era la fuerza de sus convicciones á que
rendian generoso tributo y el culto de la patria, el cumplimien–
to del deber, así comprendido, el único móvil á que obedecían
yendo á engrosar las filas de sus partidarios en todos los movi–
mientos que se han producido en nuestro país.
Puede asegurarse con propiedad, que ellos fueron los prime–
ros en la accion y los últimos en la recompensa, que nunca han
recibido en relacion á sus servicios y á la decision con que
sostuvieron la divisa de sus simpatías. Su única satisfaccion,
su mas legítimo orgullo consiste en la consideracion con que se
les mira cuando, despues de haber adquirido á justo título el
renombre de bravos y esforzados, vueltos al
pago
y al humilde
rancho, entregados al trabajo con el mismo ardor con que en–
traban al combate, conocen
fa
reputacion que se han creado y
se complacen en recordar los hechos de valor y las bizarrias
ejecutadas.
Mas de un paisano, al leer estos r englones inspirados en un
sentimiento de estricta justicia, volverá la mirada á los aconte–
cimientos que narramos, sentirá mas firmes y mas arraigadas
sus convicciones que dejará en herencia á sus hijos y hasta se
hallará dispuesto si un dia fuese necesario, á correr nuevamente
al campo de la lucha armada
á
renovar las hazañas y las glo–
rias de los tiempos que pasaron.
Han sido los gauchos orientales de las guerras por la in–
dependencia, soldados luego de nuestras guerras intestinas, hé–
roes ignorados de mil acciones gigantescas que revelaron su
poderoso aliento de intrépidos batalladores. Forman un rico
conjunto esos brillantes denodados actos repetidos á cada pa o,
cuya relacion es inútil buscar en los anales escritos que
escasamente existen, p ero que guardan con cuidado las leyen–
das populares, referidas en el estilo peculiar en que las espr esa
el payador criollo cantando al compas de su g uitarra las anti–
guas epopeyas.