REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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fo rmaban el Jurado,
y
los cuales conocían su
~odo
de vida, no pudieron convencerse de que su honrado
y
antiguo amigo hubiera comprado el puñal de los
asesinos para dar muerte al Rey,
y
no obstante los car–
gos formulados por los jueces,
y
que les hacían muy
poco honor, uieron su veredicto declarando inocente
al acusado. A veces , en verdad, eljefc de.una antigua
y
respetable familia de provincia podía pensar con
tl'isteza, que á causa de su religión, se veía excluído
de honores
y
dignidades que hombres de más humil–
de rango
y
menor fortuna lograban desempeñar;
pero, en general, no estaba dispuesto
á
arriesgar la ha–
-cienda
y
la \ida en una lucha contra el actual estado
de cosas,
y
su honrado espíi'ltu inglés hubiera retro–
cedido lleno de hGrror ante las radicales medidas
imaginadas por un Petre ó un Tyrconnel. Por lo de.–
más, estaba tan pronto
á
ceñirse la espada
y
á poner
las pistolas en las funC:.as para acudjr
á
la defensa de
su tierra natal contra una invasión francesa ó de Irlan–
deses católicos, como cualquJ.era de sus vecinos pro·
testantes. Tal era el carácter general de aquellos hom–
bres
á
quienes Jacobo miraba ahora como sus más
fieles instrumentos para el buen éxito
~e
las e1eccio–
nes de los condados. Pt·onto pud·o advertir que no es–
taban dispuestos
á
perder la estimación de sus veci–
nos
y
á poner en peligro su cabeza
y
sus bienes, por
prestarle un servicio infame
y
criminal. Algunos se
negaron
á
aceptar el nombramiento de sheriffs ,
y
en–
t re los que aceptaron aquel cargo, muchos declararon
que cumplirían los deberes de su
nu1.wadignidad, tan
lealmente como si fu eran miembros de la Iglesia na–
cional,
y
que no elegirían ningún candidato que real–
mente no tuviese mayoría (1).
(1) Como unos veiu-te
años
antes de este tiempo,
ya liab1a
no-