REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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sentimiento nacional. Otros eran Irlandeses, cuyo pa–
triotismo consistía en odio mortal contra los conqüis–
tadores sajones de Irlanda. Otros, en fin, eran traido–
res que estaban
á
sueldo de naciones extrañas. Ha–
bialos también que pasaran gran parte de su vida en
el extranjero, y, ó eran indiferentes cosmopolitas, ó
aborrecian realmente las costumbres é instituciones
del país sujeto ahora
á
su obediencia. Entre tales
hombres y un aristócrata del Cheshire ó del Stafford·
shire, partidario ti.e la antigul'!- religión, apenas podía
haber nada de común. Este último ni era fanático ni
hipócrita. Era católico, porque también su padre y
su abuelo lo habían sido, y profesaba la
fe
hereda–
da como generalmente se profesa la fe recibida de
nuestros mayores, con sinceridad, pero con poco en–
tusiasmo. En todo lo demás era solamente un
squire
inglés,
y
si en algo se diferenciaba de sus vecinos era •
solamente en ser más sencillo ó ignorante que ellos .
Las inhabilitaciones civiles que pesaban sobre él ha–
bían impedido
á
su espl-ritu llegar al nivel gene–
ral, por cierto no muy alto, que ordinaria.mente al–
canzaba la inteligencia de los cab.all eros del campo,
protestantes. Excluído en su infancia de los colegios
de Eton
y
Westminster, cuando mancebo de Ox–
ford
y
Cambridge, y ya hombre 'ctel Parlamento y la
magistratura, vegetaba generalmente con igual tran–
quilidad que los olmos del camino que conducia
á
su
antigua g ranja. Sus trigos, sus vacas y su sidra; los
lebreles, la caña de pescar
y
el fusil, la cerveza y el
tabaco, eran casi objeto exclusivo de sus pensamien–
tos. Y no obstante la diferencia de religión, solia vi–
vir en buenas relaciones con sus "9"ecinos, los cuales·
sabían que no era arribicioso ni amigo de hacer-daño
y
las
Ínás
veces pertenecía
á
una antigua
y
buena
fa–
milia. Era siempre
caballero,
y
sus opiniones particu-
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