REVOLUCIÓN DE I NGLATERRA.
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esperanzas de triunfo, era el Lancashire. Habíanse
. abrigado g randes dudas acerca del desenlace de l<>
que allí estaba pasando. En ning;una parte del rein o
habla tan tas familias ricas é ilustres partidarios de la
antigua rellgión. Por virtud de la prerrog·ativa de
dispensa, muchos de los jefes de aquellas familia s
habían sido nombrados jueces de paz
ó
alcanza–
ron mandos en la milicia. Y sin embargo, el nuevo
lord Lugarteniente del Lancashire, que era católico,
anunció que dos terceras partes de sus diputados
y
de la magistratura eran contrarios á la Corte
{! ).
Pero aun hirió más bonclamente al Rey en su orgullo–
lo sucedido en el Hampshire. Más de veinte años antes
había tenido en Arabella Churchill un hijo á quien
más tarde nombró la fama entre los primeros capita–
nes de Europa. El mancebo, llamado Jacobo Fitzja–
mes, aun no había dado muestras de las extraordi–
narias dotes que andando el tiempo le llevaron
á
puesto tan eminente; pero era de natural tan amable
y
bondadoso que no tenía más enemigo que Maria de
Módena, la cual desde mucho antes aborrecía al hijo
de la concub ina con el implacable odio de la esposa
estéril. Una pequeña parte de la facción jesuítica, an–
tes de z.nuncial'se el embarazo de la Reina, había pen–
sado muy seriamente en hacer del mancebo un com·
petidor de la Princesa de Orange (2). Cl)ando se re–
cuerda de qué modo Monmouth , no obstante pa ar
por legítimo á los ojos del populacho
y
ser mirado·
como campeón de la religión nacional, habla caído
al pretender sostener tal competencia, parecerá ex-
(l l La ansiedad de le. corte respecto
á
la actitu
i
del Lancashir8"
es mencionada por Citters en un despacho fechado
á
18 (28) de no–
viembre
1681;
del resultado il.a cuenta en otro despacho, cuatro–
dfas después.
(2) Bonrepaux, julio 11 (21), 168í.