REVOLUCIÓN DE l GLATERRA .
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plo sirven 6lo para explicar lo que
staba pasando
en todo el reino. El Embajador bolandé infor!lló
á
lo.
E tados, que en muchas ciudade lo. fu.::icionarios pú–
blico , en el espacio de un me, . habían ido cambia–
dos dos veces y ha ta tre , y sin eru barg·o el Go·
bierno no había conseguido u objeto
(1).
De las actas
del Consejo privado r ulta que el número de regla–
mentaciones pasó de doscientas (2). Los reguladore
pudieron coo>encer e que en no pocos , itios la mu–
danza había dejado las co as peor que estaban . Lo
descontentos toríes, aun cuando murmurasen contra
la política del Rey , siempre habían mo trado el ma·
yor respeto
á
u persona y autoridad, rechazando
toda idea de
re~istencia. ~luy
Jístinto
ra ahora 1
lenguaje de algunos nuevos magistrado municipa–
les. pecíase que . oldados veteranos de la república,
c¡~e
con gran admiración suya y del público habían
ido hechos alclermen, daban
á
entender claramente
li
los agentes de la Corte, que había de correr mucha
angre antes que el papismo
y
el poder arbitrario
fueran e tablecidos en Inglaterra (3).
Los reguladorc vieron que con lo hecho ha ta en–
tonces poco ó nada se había ganado. Había un me–
<lio,
y solo uno, con el cual esperaban alcanzar su
objet:). Era preciso suprimir las Cartas municipales
de los distritos. expidiéndose otra nuevas, en las qu
se concediese el derecho de elección
á
corporaciones
municipales de muy esca a importancia, designada.
por el mismo Soberano (4).
(.1)
Citters, 'mayo l (11), 1688.
(2) En el margen del
l ibro del Con
ajo
privado
se leen las pala–
bras
seganda reglamentación
y
tercera reglamentación,
siempra
que un municipio babia sido reorganiza<'.o más de u na vez.
(S) Jobnstone, mayo 23, 1688.
(4)
Ibld., febrero 21 ,
!6&l.