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LORD MACAULAY.
Pero ¡,cómo llevará cabo este plan? Cierto que en al–
gunas de las nuevas Cartas la Corona se había reser–
vado el derecho de revocación; pero las demás sólo
podían caer en manos de Jacobo ó por ren uncia vo–
luntaria de las mismas corporaciones,
ó
por virtud de
sentencia del Tribunal del Banco del Rey. Pocas cor–
poraciones se mostraban ahora dispuestas á i·enuú–
ciar voluntariamente sus Cartas, y las sentencias del
Banco del Rey que hubieran podido servirá los propó–
sitos del G_obierno, no habia·esperanza de obtenel'las,
aun tratánél.ose de tan vil esclavo como Wrig·ht. 'l'odas
las personas imparciales habían condenado los man–
damientos de
Qua ivM·ranto
(1), lanzados algunos años
antes para vencer al partido whig; y, sin embargo,
aqu~llos
mandamientos tenian al menos apariencia
de justicia, porque eran expedidos contra antiguas
corporaciones municipales , y de éstas eran muy po–
cas las que no tuviesen sobre sí algún abuso come–
tidG en el curso de los años , y suficiente á autori–
zar un proceso judicial. Pero las corporaciones que
ahora sería preciso atacar se
hallab~n
toJavía cu
la inocencia de la niñez. Las más antigua aun no
contaban cinco años de duración, siendo,· por tanto,
imposible que muchas de ellas hubieran cometido de–
litos que mereeiesen ser castigados con la supresión
del deracho electoral. Los mismos jueces encontra–
ban grandes dificultades; objetaron que lo que se les
pedía era diametralmente opuesto á los más vulga–
res principios del derecho y la justicia; pero toda
objeción fué inútil. Los distritos récibieron orden de
renunciar sus Cartas. Pocos obedecieron,
y
la con–
ducta seguida por el Rey con aquellos pocos, no
animó
á
lo demás
á
fiarse de
él.
En algunas ciuda-
(i)
Véase el
Apéndi ce .-(N.
del T.)