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LORD MACAULAY•
.se emplearia, á pesar suyo, el?- proporcionará sus ene–
migos los medios de hacerle la guerra y en enviar sus
.amigos á la horca por haberle obedecido? ¿Consistía
todo el deber de un buen súbdito en emplear la pala–
bra rey? Si era así, Fairfax ·en Naseby y Bradshaw en
el Tribunal supremo de Justicia, habían cumplido
-como buenos súbditos; pues Carlos había sido desig–
nado por los generales que mandaron contra él, y aun
por los jueces que le condenaron, con el título de rey.
Nada había merecido á la Tg·Iesia tan severa censura
en la conducta del Parlamento Largo, como la inge–
niosa estratagema de emplear el nombre de Carlos
contra él mismo. Todos los ministros de la Iglesia
habían tenido qne firmar una declaración, condenan–
do por traidora la ficción en cuya virtud la autoridad
del soberano fuera separada de su persona (1). Y sin
embargo, esta ficción traidora era en la ocasión pre–
sente, según el Primado y muchos de sus sufragáneos,
la única basa para poder establecer un gobierno en
estricta conformidad con los principios cristianos.
La distinción que tomó Sancroft de los
cabezas redon–
das
de la generación precedente, trastor'naba desde·su
fundamento , aquel sistema político que la Iglesia
y
las Universidades pretendían haber aprendido en San
Pablo. Mil veces se había repetido que el Espíritu
Santo ordenara á los Romanos obedecerá Nerón. El
.significado del precepto parecía ahora limitarse
á
que
los Romanos dieran á Nerón el título de augusto.
De–
jábaseles completa libertad de expulsarle al otro lado
.del Eufrates, de dejarlo vivir de las liberalidades de
los Partos, de resistirle con la fuerza
si
intentaba
volver, de castigará cuantos le ayudasen ó estuvie–
sen en connivencia con .él, y de trasferir el poder tri-
(1) Véase la
l ey de unifor1nidad.