REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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a-iosa derivada del cielo, y en la de casi todos los In–
.gleses á la idea de legítima y venerable autoridad.
Seguramente si el título llevaba. consigo la idea de
-tal poder, cuantos mantenían que debla privarse á Ja–
cobo de todos los poderes, habrían de admitir que era
-también preciso despojarle del título real.
¡,Y
cuánto debía durar el anómalo gobierno imagi–
nado por el genio de Sancroft? Cuantos argumentos
pudiera presentar para suprimirlo, podrían igual–
mente servir á conservarlo indefinidamente.
i el
niño que había sido llevado á Francia era, en realidad,
hijo de la Reina, estaba llamado á heredar el divino
é
indiscutible derecho de ser llamado rey. El mismo
derecho se trasmitiría, probablemente, de uno en otro
papista, durante los siglos xvm yx1x. Ambas Cámaras
habían resuelto, unánimemente, que Inglaterra no
fuese gobernada por papista . Por tanto, muy bien
podría suceder que de generación en generación
continuasen los Regentes administrando el gobierno
en nombre de Reyes vagabundos y mendigos. No
hábla duda que los Reg·entes serían designados por
el Parlamento; de modo que el efecto de este plan,
plan imaginado para conservar incólume el sagrado
principio de la Monarquía hereditaria, sería convertir
realmente la Monarquía en electiva.
Presentábase todavía otra objeción incontestable
contra el plan de Sancroft. Había, en el libro de Esta–
tutos, una ley aprobada poco después de terminar la
larga
y
sangrienta lucha entre las casas de York y
Lancaster, la cual fuera sancionada para evitar en lo
sucesivo calamidades semejantes
á
las que las alterna–
tivas de la lucha entre ambas Casas habían traído sobre
la nobleza y la
gent?-y
del Reino. Disponía esta ley que
ninguna persona pudiera ser acusada de alta traición
por abrazar la causa del Monarca que estuviera en po-