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LORD MACAULAY.
sino de grave importancia práctica. Si el trono estabai
vacante, los Estados del Reino podian colocar en él
á
Guillermo. Si no lo estaba, sólo podría alcanzar la
corona después de su esposa, después de Ana y des–
pués de la descendencia de Ana.
Según los partidarios de Danby, era una máxima
establecida que nuestro pa\s no pudiera estar, ni por
un momento, sin legítimo soberano. El hombre po–
dia morir, pero el magistrado era inmo.rtal. Rl hombre
podia abdicar, pero el magistrado era inamovible. Si
admitiéramos, decian estos políticos, que el trono está
vacante, e to valdría tanto como declararlo electivo–
El soberano á quien se colocase en el trono seria un
monarca, no según la usanza inglesa, sino á lama–
nera polaca. Y aun cuando se eligiera la misma per–
sona que por su nacimiento debiera subir a:l trono,
todavía el elegido no reinaría por derecho de naci–
miento, sino en virtud de nuestra elección, recibiendo
como tlonativ:i Jo que debia ser mirado como un de–
recho hereditario. Disminuiria grandemente aquella
saludable veneració'n con que hasta aquí fuera mirada
la sangre real y el orden de primogenitura. Y aun el
mal se agravaría si, no contentos con proveer el trono
por elección, se colocaba en él á un príncipe que,
á.
no dudar, tenía cualidades de grande y buen gober–
nante
y
que babia llevado á cabo nuestra maravillosa
liberación, pero el cual no ocupaba el primer lugar, ni
aun el segundo, en el orden de sucesión á la corona.
Una vez admitid-> que el mérito, aun cuando sea muy
eminente, da derecho á la corona, alteraremos los
mismos fundamentos de nue tra politica, estable–
ciendo un precedente del cual todo g·uerrero ó esta–
dista ambicioso que hubiera prestado algún gran ser–
vicio á la causa púbHca ·podría sacar partido. Este pe–
ligro se evita siguiendo lógicamente los principios de.