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LORD MACAULAY.
licitado que B11rnet predicase ante ellos en Santa
Margarita. No era probable que cayese en el mismo
error que había cometido en aquel sitio el día prece–
dente. Su discurso, lleno de animación y energía,
excitó un murmullo de aprobación entre sus oyentes.
No sólo se imprimió, de orden de la Cámara, sino que
fué traducido al francés para edificación de los pro–
testantes extranjeros (1) . Terminó el día con los fes–
tejos de costumbre en tales ocasiones. Toda la ciudad
resplandecía con el brillo de las hogueras y los fue–
gos artificiales, y en toda la noche no cesaron los ca–
ñonazos
y
el repique de las campanas; pero antes
que se extinguieran las luces
y
quedaran las calles
en silencio, se verificó un suceso que vino á entibiar
la pública alegría.
XLI.
DISCÚTESE E
T
LA ALTA CÁMARA I,A CUESTIÓN
DE SI EL TRONO ESTÁ VACANTE.
Desde la abadía de Westminster se habían dirigido
los Lores á su Cámara, donde reanudaron la discusión
acerca del estado del Reino. Pusiéronse
á
discusión
las últimas palabras del acuerdo tomado por los Co–
munes,
y
pronto se vió con claridad que la mayoría
no estaba dispuesta
á:
aceptarlas.
Á
los cincuenta. Lo–
res, próximamente, que sostenían que aun pertenecía
á
Jacobo el título real, se agreg·aron ahora unos siete
(l) Así el servicio religioso como el sermó n de Burnet se en–
cuentran todavia en nuestras grandes bibliotecas,
y
mer~cen
la
pena de leerse.