REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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entre ambos la lucha: más acalorada, se uni eron como
un solo hombre para resistir la dictadura del popula–
cho de la capital.
XLIII.
CARTA DE JACOBO
Á
LA CONVENCIÓN.
Pero si bien los whigs estaban firmemente resuel–
tos á mantener el orden y á respetar la li bertad dol
debate, estábanlo igualmente á no hacer ninguna
concesión. El sábado 2 de febrero, los Comunes resol–
vieron, sin votación, mantener el acuerdo tomado an–
teriormente. Jacobo vino, .como siempre, al socorro
de sus enemigos. Acababa de recibir e en Londres
una carta del Rey dirigida á la Convención. Fuera
trasmitida
a
Preston por el apóstata Melfort, el cual
actualmente goiaba de gran favor en Saint-Germain.
El nombre de Melfort era aborrecido de todos los an–
glicanos, y bastaría el hecho. de que él continuase de
Ministro confidente. para demostrar que la locura
y
perversidad de su amo eran incurables. Ningún indi–
viduo, en ninguna de las Cámaras, se aventuró á pro–
poner la lectura de un documento que tenla tal pro–
c~dencia,
lo cual no impedía que todos en la ciudad
conocieran perfectamente su contenido. Exhorta–
ba S. M.
á
Lores y Comunes á no dese::sperar de su
clemencia,
y
les aseguraba mag·nánimamente que
perdonaría á los que le habían hecho traición, con
excepción de uno pocos
á
quienes no nombraría.
¿Cómo era posible hacer nada por un Príncipe que ,
vencido, abandonado, desterrado, viviernlo de limos-
..