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LORD M.ACAULAY.

se con los Wildmans y los Fergusons, y aún más, pro–

poner que el Rey fuera enviado preso á tierra extraña

y encerrado en una fortaleza rodeada de pestilentes

pantanos. El cebo que había producido tan extraña

trasformación era el Virreinato de Irlanda. Pronto, sin

embargo, se advirtió que el prosélito tenia pocas pro–

balidades de obtener el espléndido premio en que ci–

fraba todos sus deseos. Notó que se consultaba

á

otras

personas acerca d,e los asuntos de Irlanda. Nunca le

preguntaban su opinión, y cuando él oficiosamente

la emitía era recibida con frialdad. Presentóse mu–

chas veces en el palacio de Saint James. Mas apenas

pudo obtener una palabra ó una mirada. Un día, el

Príncipe estaba escribiendo; otro, necesitaba tohlar el

fresco y salía

á

caballo

á

pasear por el parque; el ter–

cero, estaba encerrado con oficiales tratando de asun–

tos militares y no podía recibir

á

nadie. Viendo Ola–

rendon que nada ganaría con sacrificar sus principios,

resolvió abrazarlos de nuevo. En diciembre, la ambi–

·Ción le había hecho rebelde. En enero el desengaño

le convirtió nuevamente al realismo. La idea de no

haber sido constante y leal tory produjo nhora mayor

intransigencia en sus ideas realistas (1 ). En la Cá–

mara de los Lores había hecho cuanto estuviera en su

mano para evita'r que se llegara

á

un arreglo. Con

igual propósito hizo ahora valer toda su influencia

cerca de la Princesa Ana. Pero su influencia sobre ella

era en realidad bien pequeña, comparada con la de los

Churchills, los cuales discretamente llamaron en su

ayuda

á

dos poderosos aliados, Tillotson, quien como

director espiritual tenia en aquel tiempo inmensa

autoridad,

y

lady Russell, cuyas nobles y amables

(l)

Diario

cte

Ctarendon,

enero

l.

4, 8, 9, 10, 11. 12, lS

y

14',

1688-89¡ Burnet,

i,

807.