LORD MAOAULAY.
zado
á
huir de su reino; mas si. ni la ley ni el honor
eran bastante poderosos
á
sujetarle, ¿debía permitír–
sele volver?
Es probable, sin embargo, que
á
pesar de estos ar–
gumentos se presentara en la ·oonvención una pro–
puesta para entrar en negociaciones con Jacobo, pro–
puesta que hubiera sido apoyadi::. por el gran partido
tory,
á
no haber sido el mismo Rey, en esta como en
las demás ocasiones; su peor enemigo. A cada correo
que llegaba de Sain t-Germain, se recibían noticias
que enfriaban el ardor de sus partidarios. No conside–
raba J acobo n ecesario fingi r
arrepent\mie~to
de sus.
pasados error es ó prometer la enmienda para lo suce–
sivo. Publicó un manifiesto d.iciendo
á
su pueblo, que
su principal cui dado había sido gobernarlos con justi–
cia y moderación, y que habían llegado
á
la presente
ruina obrando bajo la impresión de imaginarios da–
ños (1).
XXX.
PLAN DE SANCROFT.
El efecto de su locura y obstinación fué que los que
más dese.aban verle restablecido en el trono, en con–
diciones honrosas, comprendieran que el proponer en
aquel momento entablar negociaciones con él, hubie–
ra sido perjudicar la misma causa que servían. Deci–
dieron, pues, unirse con otra fracción de toríes, cuyo
jefe era Sancroft, el cual imagmaba haber encon–
trado una manera de
provee~
al gobierno del país sin
(1)
Carta á los Lores del Consejo,
enero
4 (14), 1688-89;
Dtario–
de Ctarendon,
enero
9 (19).