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LORD MACAULAY.
circunstancias sospechosas. A los otros miembros de
la familia Real,
y
á la nación, competía hacer desapa–
recer toda desconfianza. Habíase pedido solemnemen–
te una información, en nombre de la Princesa de
Orange, por su marido,
y
se hubiera llevado
á
cabo si·
los partidos acusados de fraude no hubieran seguido
una conducta que, en circunstancias ordinarias, se
habría calificado de prueba decisiva de criminalidad.
No habría aguardado el fallo de una solemne infor–
mación parlamentaria; hab lan huido á un pais extra–
ño; habían llevado consigo al Príncipe,
y
se habían
llevado también á todas las francesas é italianas de la
servidumbre de la Reina, que si había habido engaño,
debían conocerlo, y las cuales, por tanto, deberían
haberse suj etad0 á rig uroso examen . No era posible
admitir la leg·alidad de los derechos del niño Príncipe
sin información previa, y los que se llamabaJ:.t padres
del Príncipe habían hecho imposible tal información.
Dcbia, pues, fallarse en contra por falta de prueba. Sí
se le hacia víctima de una injusticia, no era cometida
po.- la nación, sino por aquellos cuya extraüa conduc–
ta,
en la época de su nacimiento, había justificado que
el país pidiera la información,
y
que posteriormente,
con su fuga, ia habían hecho imposible. Podía, pues,
con toda equidad considerársele como pretendiente,
y de este modo la coruna recaía legalmente en la
Princesa de Orange. Era ya actualmente reina de In–
glaterra. Sólo faltaba que las Cámaras la proclamasen.
Podía,
si
tal era su g usto, nombrar á su marido primer
Ministro,
y
aun, de oousentir en ello el Parlamento,
concederl e el título de rey.
Pocas eran las personas que preferían este plan
á
todos los demás, y era seguro que á él se opondrían
así cuantos tenían buena voluntad á Jacobo, con10
to–
dos los partidarios de Guillermo. Danby, sin embargo,