REVOLUCIÓN DE INGLATERRA
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confiado en su conocimiento de la táctica parlamen–
taria
y
no ignorando cuánto puede hacer un pequeño–
escuadrón volante cuando los g randes partidos están
casi equilibrados, no-había perdido Ja esperanza de
dejar en suspenso el término de la batalla basta que
whigs
y
tories, desesperando de alcanzar completa
victoria
y
temerosos de las consecuencias de la dila–
ción, le dejasen obrar como árbitro. Y es probable
que pudiera haber triunfado
si
hubiera tenido quien
secundara sus e fuerzas,
y
sobre todo, si no hubieran
sido contrarrestados por aquella á quien deseaba ele–
var al apogeo de la humana granueza. o obstante ser
él tau perspicaz
y
versado en los negocios, descono–
cia
total~ente
el carácter de Maria
y
Jos sentimientos
que Je inspiraba su marido;
y
no e hallaba mejor in–
formado que Danby, el Obispo ompton, antiguo pre–
ceptor de la Prin
cesa. Eran las maneras de Guiilermo–
glaciales
y
poco
expresiv.as,débil su complexión,
y
su carácter en modo alguno parecía amable. No era
hombre q_ue á primera vista pareciese capaz de ins–
pirar una pasión violenta á una hermosa joven de
veintiseis años. Sabíase
~ue
no siempre se había
mantenido fiel
á
su esposa, y no faltaban murmura–
dores que contasen que no era feliz con su marido.
De aquí el no sospeclJar nunca los políticos de más
talento que Guillermo, con todos sus defectos, había
obtenido tal imperio sobre el corazón de María, como
jamás los Príncipes más renombrados por sus triunfos
galantes, Francisco
I
y Enrique
IV,
Luis
XIV·y
Car–
los II, habían llegado á alcanzar sobre el corazón de
ninguna mujer; y que
si
á los ojos de María tenían los
tres reinos de sus antepasados algún valor, era tan
sólo el podérselos ceder
á
él, probándole de este mo–
do la intensidad y desinterés de su cariño. Danby, des–
conociendo por completo sus sentimientos, aseguró