446
LORD MACAULAY.
que la realeza existiera en perfecta armonla con nues–
tras libertades, no habría de invocar titulo más alto y
venerable que aquel
á
que debemos la libertad. El Rey
será entonces
á
los ojos del
p~eblo
un magistrado, un
gran magistrado sin duda, y
á
quien debe honrarse
por todo extremo, pero sujeto como todos los demás
DJillgistrados
á
la ley, y derivando su poder del cielo,
en el mismo sentido que los Lores y los Comunes
podrían atribuir al suyo el mismo origen. La mejor
manera de efectuar tan saludable cambio sería inte–
rrumpir el curso ordinario de sucesión. Bajo sobera–
nos que considerarían casi como alta traición el con–
denar la resistencia y ensalzar la teoría del gobierno
patriarcal ;
b9.josoberanos cuya autoridad, emanando
de las resoluciones de ambas Cámaras, no podría nun–
ca invocar origen más alto, no habría peligro de opre–
sión tan grande como la que había obligado
á
dos
generaciones de Ingleses
á
levantarse en armas con–
t ra dos generacione'3 de Estliardos. Fundados en tales
razones, estaban dispuestos los whigs á declarar el
trono vacante,
á
proveerlo por elección y á imponer al
Prlncipe electo condiciones tales que asegurasen al
pals contra el mal gol)ierno.
XXXIII.
REÚNESE LA CONVENCIÓN.!-PR.INCIPALES JEFES EN LA
CÁMARA DE LOS COMUNES.
Era llegado el momento de resolver tan grandes
.cuestiones. El 22 de enero, al romper ol dla, los repre–
sentantes de los condados.y distritos llenaban la Cá–
mara de los Comunes. Veíanse en los bancos muchas
caras bien·conocidas durante el reinado de Carlos II,