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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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•que los sacerdotes católicos estaban desterrados,
ocultos ó en prisión. Ningúr.. jesuita ó benedictino
,que estimara en algo su vida, se atrevía ahora á pre–
sentarse vistiendo el hábito de su orden. Pero los pre–
dicadores é independientes habían ido en larga proce–
.sión á saludar al Jefe del Gobierno, y habían obtenido
la misma acogida que los verdaderos sucesores de Jos
.apóstoles. Algunos cismáticos no ocultaban la espe–
ranza de que pronto desapare.cerían cuantos obstácu–
los les impedían disfrutar de los beneficios eclesiás–
:ticos, añadiendo que se modificar!an Jos artículos de
la fe anglicana y se reformarla la liturgia; que la Navi–
dad cesarla de 1:1er fiesta; que el Viernes Santo no serla
dla de ayuno; que el pan eucaristico , que nunca los
·Obispos se habían atrevido á tocar, sería distribuido,
por canónigos sin ordenar, en los coros de las cate–
-Orales, sin que el oficiante se revi tiera de la
~agrada
túnica de blanco lino, mfentras Jos fiel es departirían
.amigabl emente, sentados con toda comodidad. Cierto
-que el Príncipe no era un fanático presbiteriano, pero
-cuando inás, no podía n eg·arse que era tolerante. No
tenia escrúpulo en comulgar según Jos ritos de la
Iglesia anglicana; pero no le inquietaba en lo más
mínimo la forma en que los demás comulgasen. Te–
miase también que su esposa se hubiera dejado
ll~var
de las ideas del marido. Era su director espiritual
-0-ilberto Burnet. Asistía á las predicaciones de dife–
rentes sectas protestantes, y recientemente habla
dicho que no veía diferencia esencial entre la Iglesia
.anglicana y las otras Iglesias reformadas (1). Era,
pues, necesario, que los
Cahalle1·os
imitaran, en esta
.ocasión, la conducta de sus padres en 1641, separándo–
se de los cabezas redondas yde los fanáticos, y defen-
(l) Albeville, nov. 9
(19),
1688.