REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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que iban al norte 'durante aquel mes de noviembre,
tan lleno de acontecimiento1;, llevaban nuevas que
sembraban la agitación entre los oprimidos Escoce–
ses. Cuando auñ era dudoso el éxito de las opera·
ciones miiitares, estallaron tumultos y revueltas en
Edimburg·o, que se hicieron más amenazadores des–
pués que Jacobo se retiró de Sulisbury. Al principio ,
e reunía la multitud duran te la noche, mus luégo
congregábanse las masas en pleno d!a. Quernábanse
públicamente papas en efi g ie; pedíase á voz en g rito
un Parlameu,to libre y se fijaban carteles poniendo á
precio las ca\:>ezas de los Ministros de la Corona. Entre
aquellos Ministros, el más detestado, por desempeñar–
e! g-ran carg·o de Canciller , por ocupar puesto emi–
nente en el favo r real, por ser apóstata de la
fe
refor–
mada y por haber introducido , el primero, el tormento–
de las pinzas en el ·sistpma penal de su pais, era
Perth . Débil es eran sus nervios y abyecto su e píritu,
y el único valor que poseía era el infame valor que
arrostra Jmpasiole la deshonra y contempla con mi–
rada indiferente los tormentos de los demás. Su de–
ber, en la ocasión presente, le llamaba
á
la presiden ·
cía del Consejo; mas como le faltase valor, determinó
refug iarse en su casa de campo, huyendo del pelig ro
que, á juzgar por el aspecto y los gritos del feroz
y
resuelto populacho de Edim burgo, no debía estar
muy lejos. Escoltado por fuerte g uardia pudo llegar,
ano y salvo, al castillo de Drummond; pero apenas se
habla alejado cuando s0 sublevó la ciudad. Tratnrou
algunas tropas de combatir la insurreccióu, pero fue–
ron vencidas . El palacio de Holyl'Ood, que reciente–
medte fuera trasformado en seminario é imprenta
católica, fué asaltado y saqueado. Grandes montones
de libros católicos, rosarios, crucifijos y pinturas fue–
ron quemados en
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calle Mayor. En medio de esta.