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LORD MACAUI,AY.
timientos de sus huéspedes
y
en aliviarles del casi
intolerable peso de los favores que les otorgaba.
El que hasta aqui se había mostrado, en todas las
cuestiones de precedencia, intransigente, escrupuloso
en demasía, iiisolente; el que m'Í de una vez habia.
estado pronto
á
mover g·uerra
á
toda Europa antes qua
ceder en la más insignificante cuestión de etiqueta,
mostrabase ahora. ig-ualmente escrupuloso, pero escru–
puloso en favor de sus infortunados amigos
y
en con–
tra de sí mismo. Dió orden que se tributasen
á
Marla
las mismas señales de respeto que
á
su difunta espo–
sa. Suscitóse una cuestión con motivo de aber si Jo
Príncipes de la casa de Borbón tenían derecho
á
sen–
tarse en presencia de Ja Reina. Tales frivolidades se
tomaban muy en serio en la antigua corte de Fran–
cia. Había precedentes en pro
y
en contra; pero
Luis XIV decidió la cuestión en favor de sus huéspe–
des. Algunas damas de ilustre cuna omitían lacere–
monia de be ar Ja orla del vestido de Maria. otó
Luis XIV la omisión, y lo advirtió con tal acento y tal
mirada, que toda la nobleza en lo
suce~ivo
hubiera
estado pronta
á
besarla · el zapato. Cuando
EsUr,
es–
crita entonces por Racine,
fué
representada en Saint
Cyr, María ocupaba el puesto de honor. A su derecha
estaba Jocobo,
y
Luis se colocó modestamente
á
la
izquierda. Y no contento con esto, complaclale ver
que en su propio palacio un proscrito que vivia de sus
bondades, cuando tomaba el título ae Rey de Fran ·
cía, acuartelase en su escudo los leone de Inglaterra
.con las flores de lis
y
vistiese de color violeta en lo
as de luto de la Corte.
La conducta de Ja nobleza francesa, en público, se
r gía en todo por Ja del oberano; pero no estaba en
manos de éste evitar que pensaran libremente
y
ex-
11resasen su pensamiento en círculo privados, con el