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LORD MACAULAY.
las trompetas. Después del Rey, en cien carrozas tira–
das cada una por seis caballos venia la más espléndi–
da aristocracia de Europa, y no se veian más que plu–
mas, cintas, joyas y bordados: Aun no se había ade–
lantado mucho la procesión, cuando se anunció que
María se acercaba. Luis bajó de la carroza y se ade–
lantó,
á
pie, á su encuentro . La Reina prorrumpió en
vehementes expresiones de gratitu<.l.
«Sefi,ora,
dijo su
huésped,
triste es el set"Dicio que os presto en este día. Espero ·
poder,
m1ty
pronto, pnstaros otros mayores y más agrada–
bles. »
Abrazó al pequeño Príncipe de Gales,
é
hizo que'
la Reina ocupara su derecha en la reg·ia carroza. En –
tonces 1a cabalgata volvió grupas y se dirigió
á
Saint-·
Germain.
En Saint-Germain, en el lindero de una selva abun-·
dantisima en caza y en la cumbre de una colina que
domina el tortuoso curso del Sena, Francisco I había:
edificado un castillo, y Enrique IV habia construido·
una hermosa terraza. De todos los sitios de recreo de
los
Reye~
de Francia, ninguno disfrutaba aire más
saludable ni dominaba más bella perspectiva. La gran
corpulencia y venerablé antigüedad de los árboles ,.
la belleza de los jardines, la abundancia de las fuen–
tes, erun por do quiera famosas. Allí habla nacido–
Luis XIV, y en su juventud am había tenido su cor–
te, agregando algunos soberbios pabellones al pala–
cio de Francisco y completando Ja terraza de
Enri-·
qua. Pronto, sin embargo, concibió el magnifico Rey–
inexplicable disgusto por el lugar de su nacimiento ..
Dejó á Saint-Germain por Versalles, y gastó sumas.
casi f&.bulosas en la vana tentativa de couvertir en
paraiso un lugar singularmente estéril
y
malsano,.
donde todo era areua ó lodo,
sin
árboles, sin agua
y
sin caza. Saint-Germain fué elegido ahora para re–
sidencia de la familia Real de Inglaterra.. Rabiase: