REVOLUCIÓN DE INGT,ATERRA.
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1A Inglaterra de Isabel yde Cromwell, y las relaciones
de todos los Esta.dos de la Cristiandad cambiaron por
.completo
á
la sú!Jita introducción de esta nueva po–
tencia en el
sis~ema
europeo. Los parisienses no ha–
blaban de otra cosa que de lo que estaba pasando en
Londres. El sentimiento religioso y nacional les im–
pulsaba
á
tomar partido por Jacobo. No conoclan ab–
solutamente Ja Constitución inglesa, y abominaban
la Iglesia anglicana.•Nuestra revolución se les pre–
.sentaba, no como el triunfo de ,la libertad pública so–
bre el despotismo, sino como una horribl e tragedia
doméstica en que un venerable
y
piadoso Servio era
.arrojado del tro no por un Tarquina y aplast<tdo bajo
las ruedas del carro de una Tulia. Cubrían de insultos
á
Jos traidores capitanes, execraban la conducta de
las desnaturalizadas hijas del Rey, y miraban
á
Gui–
llermo con odio mortal, templado, sin embargo, por el
respeto que casi siempre inspiran el valor, el talento
y
la fortuna (1). La Reina, expuesta al viento y á Ja
lluvia de Ja noche, estrechando contra su pecho al
Príncipe
heredero de tres coronas; el Rey, detenido,
robado
y
ultraja.dopor vil canalla, eran objeto de lás–
tima
y
despertaban el más romántico interés en toda
Francia. Pero Luis XIV vió con peculiar emoción los
infortunios de la Casa de Estuaruo. Conmoviéronse
á.
un tiempo todas las fibras generosas
y
egoístas de
su
caráct.er.Después de muchos años de prosperidad,
babia venido al fin á dar una gran caída. Había con–
tado con el apoyo 6 Ja neutralidad de Ing·laterra.
ada podia ahora esperar ó.e aquella parte, como no
fuese enérgica
°1
obstinada lucha. Algunas semanas
(1) En el
capitu.lode La Bruyere, titulado: ar
le
jugemens,
hay un pasaje que merece !serse, por mostrarse en él cómo consi–
lleraba nuestra revolución un Francés de tan
notable~
prendas.