REVOLUCJÓN DE JNGLATERRA.
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generoso
y
de
tan
buen natural, que su corazón iern–
pre le poma de parte de los desgraciados,
y
al. mismo
tiempo, su notoriQ aborrecimiento al papismo, era su–
ficiente garantía, para los más celoso3 protestantes,
de que los intereses de la rel igión reformada estaban
seguros en sus manos. Escuchaba con benevolencia
las quejas de los católicos; á los que deseaban pasar
el Continente les buscaba pasaportes ,
y
fué en per–
sona á ewgate á visitará los Prelados que estaban
allí presos. Hizo que los trasladaran á mejor babita–
cióu,
y
les suministró cuanto pidieron. Aseg·uróles,
con toda solemnidad, que no e les tocaría
á
un cabe–
llo,
y
que tan pronto el Príncipe pudiera ar:'.'eglar las
cosas
á
su gusto, se les devolvería la libertad . El Mi–
nistro español refirió á u Gobierno"
y
por mediación
de su Gobierno al Papa, que ningún católico debería
abrigar el menor escrúpuJ·o de conciencia con mo–
tivo de la última revoluciói;i de Inglaterra; que del
peligro corrido por los miembros de la ·verdadera
Iglesia, solamente Jacobo era responsable,
y
que gra–
cias
á
Guillermo, se habían librado de una sangrienta
persecución (1).
{l)
Burnet, 1, 602; Ronquillo, enero 2
(·12)
y feb. 6
(18), 1689,
A la
amabilid&d de la difuuta L!ldy Holland y del actual Lord Ho·
lland, debo el haber podido consultar los originales de estos des–
pachos, del último de los cuales trasladaré aquí algunas pala–
bras: •La tema de S.M. Britlinicu
á
seguir imprudentes consejos,
pe1di6
á
los Católicos aquella quietud en que les dexó Carlos II.
V. E. noegure
á
l::!u Santidad que mé.s sacaré del Príncipe para
los Católicos que pudiern sacar del Rey .n
TOMO lV.