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REVOLUCJÓN DE JNGLATERRA.

417

generoso

y

de

tan

buen natural, que su corazón iern–

pre le poma de parte de los desgraciados,

y

al. mismo

tiempo, su notoriQ aborrecimiento al papismo, era su–

ficiente garantía, para los más celoso3 protestantes,

de que los intereses de la rel igión reformada estaban

seguros en sus manos. Escuchaba con benevolencia

las quejas de los católicos; á los que deseaban pasar

el Continente les buscaba pasaportes ,

y

fué en per–

sona á ewgate á visitará los Prelados que estaban

allí presos. Hizo que los trasladaran á mejor babita–

cióu,

y

les suministró cuanto pidieron. Aseg·uróles,

con toda solemnidad, que no e les tocaría

á

un cabe–

llo,

y

que tan pronto el Príncipe pudiera ar:'.'eglar las

cosas

á

su gusto, se les devolvería la libertad . El Mi–

nistro español refirió á u Gobierno"

y

por mediación

de su Gobierno al Papa, que ningún católico debería

abrigar el menor escrúpuJ·o de conciencia con mo–

tivo de la última revoluciói;i de Inglaterra; que del

peligro corrido por los miembros de la ·verdadera

Iglesia, solamente Jacobo era responsable,

y

que gra–

cias

á

Guillermo, se habían librado de una sangrienta

persecución (1).

{l)

Burnet, 1, 602; Ronquillo, enero 2

(·12)

y feb. 6

(18), 1689,

A la

amabilid&d de la difuuta L!ldy Holland y del actual Lord Ho·

lland, debo el haber podido consultar los originales de estos des–

pachos, del último de los cuales trasladaré aquí algunas pala–

bras: •La tema de S.M. Britlinicu

á

seguir imprudentes consejos,

pe1di6

á

los Católicos aquella quietud en que les dexó Carlos II.

V. E. noegure

á

l::!u Santidad que mé.s sacaré del Príncipe para

los Católicos que pudiern sacar del Rey .n

TOMO lV.