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LORD MACAULAY.
ciones. No tenía, en rigor, el Estado, ninguna autori–
dad parlamentaria, pE:ro en pocas horas se podía 11e–
unir una asamblea que
á
toda la n(lción inspi:·aría casi
tan gran respeto como el Parlamento. Podría. formar–
se una Cámara con los muchos Lores espirituales
y
temporales que había entonces en Londres,
y
otra,
con los antiguos mien;tbros de la Cámara de los Co–
munes y de los Magistrados de la City. El plan era:
ingenioso,
y
fué prontamente ejecutado. Los Pares
fueron citados para el 21 de diciembre. en el palacio de
Saint James. Acudieron unos setenta. Ordenóles el
Príncipe resolver lo más oportuno sobre el actual esta–
do de la nació u,
y
que le comunicasen el resultado de
sus deliberaciones. Poco después apareció una nota
invitando á todos los que habían pertenecido á la Cá–
mara de los Comunes durante el reinado de Carlos II,
para que se presentasen á S. A. el 26 de diciembre
por la mañana. Los aldermen de Londres fu eron tam–
bién citados,
y
se mandó al Consejo Municipal enviar·
una diputación
(1 ).
Hase preguntado con frecuencia, en tono de censu–
ra, por qué no se extendió la invitación
á
los indivi–
duos del Parlamento disuelto el año anterior. La res–
puesta es bien sencilla. Era uno de los principales
motivos de queja, alegados por la Nación, la manera
como se había elegido aquel Parlamen to. La mayoría
de los diputados de distrito fueran elegidos por cuer–
pos constituyentes reorganizados de una manera mi–
rada generalmente como ilegal
y
condenada por el
Príncipe en su Declaración. El mismo Jacobo, ante la
inminencia de su caída, había consentido en restable–
cer las antiguas franquicias municipales. Hubiera
(1)
Historia de la deserción; Diario de Ctarendon,
dic. 21. 1688.
Burnet,
1,
803,
y
la nota de Onslow.