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LORD MACAULAY.
mundo,
á
su palabra, empeñada con tal solemnidad á
la faz de toda Europa.
o era. tampoco cierto que, de
presentarse como conquistador, .hubi era vencido los
escrúpulos que impedían
á
los rígidos anglicanos re–
conocerle como rey; pues cualquiera que fuese e}
nombre que tomage, todo el mundo sabía que no era
realmente un conquistador. Era
á
todas luces pura
ficción decir que este gran rei no, con una poderosa
escuadra en la mar, con un ejército regular de cua–
renta mil hombres
y
una milicia de ciento treinta
mil , babia sido, sin sostener un sitio ni presentar–
una batalla, reducido á la condición de provincia
conquistada, por quince mil invasores. Semejante
ficción no era el mejor remedio para acallar los escrú–
pulos de conciencias en extremo sensibles, y no hay
duda que hubiera lastimado el orgullo nacional, de
suyo tan susceptible é irrita.ble. El espíritu que domi–
naba entre los soldados ingleses exigía, para tratarlos,
el más delicado tacto. Sabían que en la última cam–
paña no habian desempeñado papel muy 'l:>rillante.
Capitanes y soldados mostraban igual impaciencia
por hacer ver que no hablan cedido, por falta de va–
lor, ante fuerzas inferiores. Algunos oficiales holan–
deses habían llevado su imprudencia hasta jactarse
en una taberna, entre los vapores del vino, de haber
hecho huir al ejército del Rey.
Este
insulto había
excitado tan g ran resentimiento entre los soldados
ingleses, que
á
no ser por la pronta intervención del
Príncipe, hubi era terminado tal vez en una terrible
matanza
(!).
En tales circunstancias, ¿ qué efecto–
hu,biera producido una proclama anunciando que el
jefe de los extranjeros consideraba toda la Isla como.
juE>to premio de la guerra?
(1)
Gazette de France,
enero
26 (feb. 5), 16l19.