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LORD MACAULAY.

momento de su desembarco basta su llegada á Lon–

dres, babia ej ercido aquella autoridad que, según las

leyes de la guerra reconocidas _en todo el mundo ci–

vilizado, corresponde al General de un ej ército en

campaña. Era ahora iiecesario que de general se

convirtiese en mag istrado, y esto no era fácil. Sola–

mente un paso en fs,l so podría serle fatal, y era im–

posible dar un pasó sin lastimar preocupaciones ó

suscitar pasiones violentas.

XVI.

ACONSÉJANLE APODERARSE DE LA CORONA

POR DERECHO DE CONQUISTA.

Algunos consejeros del Príncipe le instaban para

que en seg·uida se hiciese coronar por virtud del de–

recho de conquista, y entonces , como Rey, publi–

case, autorizados con su Gran Sello, los edictos con–

vocando un Parlamento. Aconsejábanle tal medida

con gran vehemencia algunos abogados eminentes .

Era, decían , el camino más corto para lo que de otra

manera se alcanzaría tan sólo después de vencer in–

numerables dificultades y disensiones. Estaba en

completa conformidad con el fausto precedente esta–

blecido por Enrique VII después de la batalla de Bos–

worth . Serviría, tambi én,

á

hacer desaparecer los es–

crúpulos que

á

muchas personas respetables inspiraba

la legalidad de trasferir su homenaj e de obediencia, de

un soberano á otro. Ni las leyes de Ingfaterra ni la

Iglesia anglicana reco nocian en los súbditos ningún

derecho á d.eponer al Monarca. Pero ningún juriscon–

sultq, ningún teólogo había negado nunca, que una

nación vencida en la g uerra no hubiera de someterse,