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I,ORD MACAULAY.
aclamaciones de la multitud, entró por el Parque–
Antes de anochecer lleg·ó
á
Saint-James en un ca–
rruaje ligero, acompañado de Schomberg. Al poco-–
tiempo todas las habitaciones
y
escaleras del palacio–
eran invadidas por los que venían
á
hacer la corte al–
Príncipe. Era tan grande la concurrencia, que algu- –
nos individuos de la primera nobleza no pudieron
abrirse paso para llegar al salón de recepción
(J ).
Mientras esto sucedía en Westminster, el Municipio..
preparaba en Ja Casa Consistorial un discurso de gra–
cias
y
felicitaciones. El Lord Mayor no podía presidir. _
No había vuelto
á
levantar cabeza desde que el Can–
ciller había sido arrastrado
á
la sala de· justicia dis–
frazado de carbonero. Pero los
aldennen
y
demás in-–
dividuos del Municipio ocuparon sus puestos. Al día
siguiente Jos magistrados de la City fueron en cor–
poración
ii
ofrecer sus homenajes al libertador. El
Recorder,
sir Jorge Treby, manifestó elocuentemente
la gratitud d_el Municipio. Algunos Príncipes de la
casa de Nassau, dijo, habían sido primeros Mag·istra–
d0s de una gran repúbl,ica. Otros habían ceñido la
corona imperial. Pero el titulo peculiar de aquella
ilustre familia
á
Ja veneración pública, era éste: que
Dios la había elegido y consagrado para la misión
altísima de defc1;1der, de generación en generación, la_
verdad
y
Ja libertad contra los tiranos. Aquel mismo
día cuantos Prelados se hallaban en la ciudad,
á
ex- –
cepción de Sancroft, fueron reunidos á presentarse al
Príncipe. Vino después el clero de Londres, compues–
to de los hombres más eminentes de su profesióu, en
saber, elocuencia
y
poderfo, con su Obispo
á
la cabe- -
za. Iban con ellos algunos de los más ilustres disiden-
(1
l
piario de L11ttrell; Diario de Eveiyn; Dia1•io de Clarendon,
diciemore 18, 1688¡
Reuolu(}1 011es políticas.