REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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sido, pues, el colmo de la inconsecuencia, por parte
de Guill ermo, después de haber tomado las armas para
reivindicar las conculcadas Cartas municipales, reco–
nocer por legítimos representantes de las ciudades de
Inglaterrá
á
individuos elegidos con infracción de
aquellas Cartas.
El sábado 22 se reuni eron los Lores en el local que
de ordinario ocupaba la alta ámara. Empleóse aquel
día en establecer el orden del procedimiento. Se nom–
bró secretario,
y
como ninguno de los doce jueces ins–
piraba confianza, solicitóse la asistencia de algunos
jurisconsultos de gran nota, para r¡ue informasen en
las cuestiones legales. Por último, se resolvió que el
lunes próximo se tomaría en consideración el estado
del Reino (1
).
El intervalo entre la sesión del sábado
y
la del lu–
nes estuvo lleno de ansiedau
y
fué fecundo en acon–
tecimientos. Una poderosa fracción de los Lores ali–
mentaba aún la esperanza de afianzar la onstitución
y
la religión de Inglaterra sin deponer al Rey . Este
partido resolvió dirigirle una comunicación solemne,
suplicándole· ccnsentir en un arreglo que aplacase los
descontentos y temores suscitados por su conducta.
Sancroft, el cual desde que Jacobo regresara de Kent
no habla tomarto parte en los negocios públicos, de–
terminó, en esta ocasión, abandonar su retiro y po–
n erse
al
frente de los realistas. Eoviáronse
á
Roches–
ter algunos mensajeros con cartas para el Rey, dond
le aseg·uraban defender con firmeza sus intereses, con
la sola condición de que, en tan gran extremidad, se
resig·nase
á
abandonar aquellos designios aborrecidos
de su pueblo. Algunos católicos lle cuenta les siguie–
ron con objeto de uplicarle, en pro de la fe común,
(1)
Dia.rio de Olarenclon,
dic.
21, 1688;
Citters, en igual fecha_