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LORD MAdAULAY.
artes de corrupción, y no había duda que, en ocasión
tan importante, no se economizarían las intrigas ni el
dinero. Barillon tenía g-randes. deseo.<> de permanecer
algunos días en Londres,
y
para conseguirlo no omi–
tió nada de cuanto pudiera conciliarle el partido vic–
torioso. En las calles aplacaba al populacho, que se
irritaba á la vista
~e
su coche, arrojándole puñados
de dinero. Brindó públicamente en su mesa por el
Príncipe de Orange; mas no era Guillermo hombre
que se dejase seducir por tales halagos. Cierto que no
se había arrog·ado la autoridad real, pero, en su cali–
dad de general en j efe, no estaba obligado á tolerar–
la presencia de una persona que consideraba como
espía, en el territorio que había ocupado militarmen–
te. Aquel mismo día se anunció
á
Barillon que debía
salir de Inglaterra en el término de veinticuatro ho–
ras. Con grandes instancias suplicó se le concediese
breve dilación; pero los minutos eran preciosos; se
repitió la orden en términos más perentorios,
y
mal
de su grado se puso en camino para Dover, Y para que
no faltase ninguna señal de desprecio
y
desafio, fué
escol tado hasta la costa por uno de sus compatriotas
protestantes
á
quiec. la persecución había llevado al
destierro. Era tal el resentimiento excitado por la
ambición
y
arrogancia. francesa , que aun aquellos
Ingleses que parecían menos dispuestos á mostrarse
favorables
á
la conducta de Guillermo, le aplaudie–
ron públicamente, por contestar con tal valentía
á
la insolencia con que por muchos años había tratado
Luis XIV
á
todas las cortes de Europa
(1 ).
(1) Citters, enero, 1 (11), 1689;
M ' .de Wi tsen,
citado por Wa–
genaar, lib.
~x.