REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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diciones: Según todas las leyes de la g·uerra. el partido
.más fu erte tenía derecho á aprovecharse de su fuerza;
y
,:qué había en el carácter de Jacobo que pudiera jus–
tificar la extraordinaria indulgencia con que se letra·
taba'. Los que así razonaban, no sabían desde cuán
elevado punto de vista
y
con qué mirada tan perspicaz
contemplaba la situación de Inglaterra
y
Europa el
jefe á quien censuraban. Deseaban la ruina de Jacobo,
y
por tanto, ó se hubieran negado á tratar con él en
absoluto, ó le hubieran impuesto condicio,nes inacep–
tables. Era necesario al buen éx ito del vasto
y
pro–
fundo plan polltico de Guillermo, que Jacobo fues e
autor de su propia ruina, i'echazando condiciones.
ostentosamente liberales. El resultado demostró cuán
sabia era la política, que la mayoría de los Ingleses de
Hungerford se inclinaba á condenar.
El domingo, 9 de diciembre, puestas por escrito las
condiciones del Príncipe, fueron entregadas
á
Hali–
fax. Aquel dia los Comisarios regios comieron en Lit–
tlecote, ·donde una espléndida reunión fuera invitada
á
recibirles._El antiguo salón, adornado con armadu–
ras que habían visto las guerras de las Dos Rosas,
y
con retratos de g·alanes que hablan flido ornamento
de la corte de Felipe
y
María, estaba ahora llena de
Pares
y
Generales. En medio de tan gran concu–
rrencia era fácil cambiar un breve diálogo sin que
nadie lo advirtiese. Halifax aprovechó esta ocasión ,
que era la primera que se le ofrecía, de hacer de- .
cir
á
Burnet lo que sabía ó lo que pensaba.
«¿Cuál
es vuestra intención?
dijo el astuto diplomático,
¿deseáis
q1te el
Rey
caiga en v11estro pode1·?-En modo alguno,
con–
testó Burnet;
no queremos hacer el meno1· da1io
á
s1t per–
sona.-¿Y
si
tratura de frse?
preguntó Halifax -
Eso es
p1·ecisamente,
dijo Burnet,
lo q1te más deseamos.»
No hay
duda sino que Burnet, al hablar así, expresaba la opi-