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LORD
~!ACAULAY.
embarcaron en una lancha. El viaje fué muy des–
graciado. ;:,a noche era oscura, la lluvia caia sin
cesar, rugía el viento, las olas estaban embravecidas;
por fin el bote llegó á Lambeth y los fugitivos des–
embarcaron cerca de una posad):t, donde les espera–
ban un coche y caballos. Tardaron algún tiempo en
enganchar, y entretanto María, temerosa de ser co–
nocida, no quiso entrar en la casa. Permaneció con
su hijo, tratando de aqrigarse de la tormenta bajo la
torre de la iglesia de Lambetb, llenándose de sobre·
salto cada vez que el mozo de cuadra se acercaba á
ella con el farol. .A.compañábanla dos servidores, la no–
driza del Príncipe y la encargada de mecer su cuna;
pero de muy poco podían servir á su ama, porque
ambas eran extranjeras, no sabian casi una palabra
de inglés y temblaban bajo el rigor del clima de In–
glaterra. La única circunstancia que podia servir de
consuelo era que el niño estaba bien y no exhaló la
menor queja. Por fin, el coche estuvo pronto. aint
Víctor lo seguía á caballo. Los fugitivos llegaron sin
contratiempo
á
Gravesend, y allí se embarcaron en
el yatch que les esperaba. Encontraron á bordo
á
lord
Powis con su esposa, además de tres oficiales irlan–
deses que habian sido enviados alli con objeto de
ayudar á Lauzun en cualquier ext:-emidad, pues no
había parecido imposible que el capítán del barco
fuese también des leal,
y
el Conde llevaba orden ter–
minante,
á
la primera so pecha de traición, de hacerle
dar de puñaladas. in embargo, no hubo necesidad
de acudir
á
la violencia . El yatch siguió río abajo,
con vient-0 favorable,
y
Saint Víctor, después de ha–
berlo visto partir, espoleó su caballo
y
reg resó con la
nueva á Whitehall (1).
(1) Clarke,
Vida de Jocobo,
u, 246: Pera d'Orleans,
Réuohitions