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I,ORD MACAULAY .
tiguo amigo. Los Comisarios debía
te~er
g ran in–
terés en conocer el verdadero objeto que guiaba al
Príncipe. Habíase n egado á recibirles en aud,ienchc
privada, y de lo que dijese en una entrevista pública
y
oficial bien poco podía deducirse. Casi todos los que
disfrutaban su co11fianza eran tan discretos é impene–
trables como él. Burnet era la sola excepción . Era no–
toriamente charlatáp é indiscreto. Sin embargo, las-–
circunstancias hacían n ecesario fiarse de él, y si lle–
gaba. á verse con Halifax, éste, merced á su gran ha–
bilidad, le arrancaría tantos secretos como palabras..
Guill ermo no ignoraba esto, y cuando se le informó de
que Halifax quería ver al doctor, no pudo menos el.e
exclamar:
«Si
se 1·eunen,
buena citada habrá. "
Prohibióse á
Burnet verá los Comisarios privadamente, asegurán–
dole, al mismo tiempo, en términos muy corteses, que
en concepto del Príncipe su fidel.idad estaba al abrigo- .
de toda sospecha, y á fin de que no hubiera lug ar
á·
queja la prohi bición se hizo generp.l.
Aquell a tarde los nobles y caballeros, cuya opinión
habla pedido Guill ermo , se reunieron en li,i.. g ran sala
de Ja posada principal de Hungerford . Oxford ocupó·
la presidencia, y se procedió á examinar las proposi–
ciones del Rey. Pronto pudo verse que Ja asamblea
estaba dividida en dos partidos, uno deseo o de llegar
á un arreglo con el Rey, y otro que trataba de consu–
mar su ruina. Tenía este último partido superioridad
numérica, pero se observó que Sbrewsbury, el cual–
de todos Jos nobles ingleses era, en opinión gen eral,
aquel en quien más confiaba .Guillermo, no obstante–
ser whig, tomó en esta ocasión el partido de los to–
ries . Después de mucho discutir se procedió á votar..
La opinión de la mayoría era que se rechazase Ja pro–
posición presentada por los Comisarios regios. Fueron
á dar cuenta de Ja resolución de la asamblea á Little-