REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
341
-que aJO'unos de sus nuevos compañeros hablaban, de
sobre~sa,
de la regia amni tía que magnánimamen–
t
se les acababa de ofrecer. Ellos no necesitaban pe1:–
dón, decían, y al contrario, harían que el R y se lo
pidiese antes de mucho. Más alarmaute y ofensivo
para los sentimientos de todo buen tory fué un inci–
dente ocurrido en la catedral de Salisbury. Tau
pronto el mini tro oficiante empezó
á
leer la oración
por el Rey, Buruet, entre cuyas buenas cualidades
llO
han de contarse el dominio de sí mismo y el delicado
entimiento de las buenas formas, se levantó, tomó
asiento y pronunció en voz baja algunas palabras
despreciativas que escandalizaron la devoción de los
fieles
(1 ).
1
0
pasó mucho tiempo sin que las dos fracciones
que dividían el campo del Príncipe tuviesen ocasión
de medir sus fuerzas. Los Comisarios regios estaban
ya en camino para conferenciar con el Príncipe. Ha–
·cía algunos días que debían haber llegado,
y
parecía
extraño que en caso de tan gran urgencia hubiese tal
dilación. Pero es lo cierto que ni Jacobo ni Guillermo
·de eaban que las negociaciones empezasen inmedia–
tamente, pues el único afán de Jacobo era ganar tiem–
po para poder enviar á su esposa y su hijo
á
Francia; y
la posición de Guillermo era cada dla más critica. Por
fin el Príncipe hizo anunciar
á
los Comisarios que los
recibiría en Hungerford. Tal vez eligió aquel sitio por–
que, hallándose
á
igual distancia de
alisbury
y
de
Oxford, era un buen punto de cita para sus más im–
portantes partidarios. En Salisbury estaban los nobles
y caballeros que le nabian acompañado desde Rolan–
.da ó se le habían incorporado en el Oeste; y en Oxford
·había muchos jefes de la insurr.ección del Norte.
(1)
Diario de Ctarendon,
dic. 6
y
7. 1688.