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LORD MACAULAY.
para el inglés protestante, emblema de la libertad ci–
vil y religiosa; para el católico celta, de esclavitud
y
persecución
(1).
Mientras de este modo se levantaban los enemigos
en torno del Rey, sus amig·os se apresuraban
á
huir
de su lado. Todos se hablan familiarizado ya con la
idea de la rel>istencia. Muchos que se hablan horrori–
zado al tener noticia de la primeras defecciones, se
reprochaban ahora el haber andado tan lentos en des–
.cubrir las
dif~rencias
ae los tiempos.
1
0
habla ya.
ninguna. dificultad ni pelig ro en acudir al campo de
Guillermo. El Rey , al llamar la naci ón
á
elegir repre–
sentantes, babia autorizado, implícitamente,
á
todo ,
á
marchar.
á
los sitios donde tenían votos
6
in tereses,
y
muchos de estos lugares estaba.u ya ocupados por
invasore ·
6
insurgen tes. Clarendon no dejó escapar
.esta oportunidad de abandonar la causa
ve~cida.
Sa–
bía que su discurso, cuando el Consejo de Jos Pare ,
habí-a inferido g rave ofensa al Monarca,
y
también le
había mortificado en extremo que no so hubiese con–
tado con él para formar parte de la embajaaa que ha–
bla de negociar con Guillermo. Tenia Olarendon po–
sesiones en el Wiltshire. Re olvió qu su hijo, el hijo
de quien había hablado recientemente con pesar
y
horror, se pre entase candidato por aquel condado,
y
con pretexto de trabajar la elección se puso en mar –
cha para. el Oe te,
á
¡:!onde le siguieron muy pronto
el Conde de Oxford y otros que ha ta aqui hablan re-
hazado toda intervención en la empre a del Prínci–
pe (2). Por e te tiempo habían llegado los invasores
en su marcha egura, aunque lenta,
á
setenta millas
(l>
Citters, nov. 27 (dic 7:, 16
;
Diar io
r.teClaremton,
11 de die ;
Canción
á
la entrada
de
Lord Lot·etace en Ox f ord ,
1688; Bnr–
net,
1 1
198.
(2)
Diario de Cl rendon,
die, 2, 9, 4
y
5, 1