REVOLUCIÓN DE INGLATER.R.A.
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maron las armas (1). Bristol , segunda ciudad del
reino, abrió sus puertas á Shrewsbury. El Obíspo
Trelawney, que en la Torre había olvidado por com–
pleto la doctrina contraria á la resistencia, fué el pri–
mero á dar la bienvenida
á
las tropa del Principe.
Tal era el entusiasmo de los habitantes, que no se
juzgó necesario dejar alli guarnición alguna (2). El
pueblo de Gloucester se sublevó y sacó.á Lovelace de
su encierro. Pronto vió en tomo suyo un ejército irre–
gular. Algunos de sus jinetcts tenian cuerdas en vez
de bridas, y entre la infauteria, muchos no tenían más
armas que sus garrotes.
in embargo, esta fuerza así
constituida atrave ó sin obstá.c"ulo condados enteros,
fieles un tiempo á la casa de E tuardo, enprando por
último triunfante en Oxford. Los Magistrados salieron
en corporación á recibirá los insurgentes. La misma
Universidad, exa perada por recientes ultrajes, no es ·
taba muy dispuesta
á
censurar la rebelión. Ya enton–
ces algunos rectores de coleg·ios babian despachado
un mens.ajero encargado de asegurar al Principe
de Orange de su cordial adhesión, comprometién–
dose también
á
hacer fundir sus vajilla para ayu–
dará su empresr.. El jefe whig, por lo tanto, atravesó
á
caballo la capital de Jos toríes en medio de genera–
les aclamaciones. Delante de él iban los tambores
batiendo el Lillibullero. Detrás venia largo séquito
á
pie y
á
caballo. Toda Ja calle Mayor estaba adornada
con cintas de color de naranja, pues ya entonces este
color tenia la doble significación que aun cono;erva,
después del trascurso de ciento sesenta años. Era ya
(l}
Clarke,
Vida de Jacobo,
tomo
11,
233; Memoria MS. de la fa–
milia de Harley. en la
Colección Mackinto
11.
(2) Cittllrs, dic. 9 (19), 1688.
Carta
del
Obispo
de Br
·stot at Pr,n–
cipe de Ora1ige
1
5 de dic.
1638,
en Da!rymple.